Uno no puede evitar un respingo cuando se informa de la salida de un nuevo disco de Chris Wilson. Pero seamos sinceros. Cuando ve que el artefacto se llama It’s Flamin’ Groovy! y que la tipografía es calcada a la de Teenage Head, las dudas le asaltan. Estamos ante un nuevo pastiche para aplacar a coleccionistas hambrientos? Tantas veces hemos visto jugadas así… (...)
Pero avancemos en los claros y oscuros de la rodaja de marras, que son varios y no todos musicales. Colaboran nada más y nada menos que Cyril Jordan, George Alexander o James Ferrell, todos ellos compañeros de Wilson cuando éste entró en The Flamin’ Groovies como sustituto de Roy Loney, en incluso éste hace una aparición, compartiendo micrófono en una energética Gamblin’ Man. Está también Anthony Clark, guitarrista que ha acompañado a Wilson en otras ocasiones y el legendario teclista de Procol Harum Matthew Fisher. Vamos, una reunión en toda regla del núcleo y entorno de los Groovies. El disco anuncia su aparición entre diciembre del año pasado y enero del presente, si bien a mediados de junio de 2013 parece que ya estaba a la venta, al menos en formato digital, y en algún foro alguien apunta haberlo tenido ya en físico poco después de esas fechas. En fin, fruslerías de coleccionistas y seguidores acérrimos, que tampoco añaden más interés a la historia.
Eso sí, en las reseñas, más bien escasas, que realizan en diferentes blogs americanos, en todas se resalta que es el primer trabajo de Chris Wilson desde aquel Second life de 2008. Y es aquí donde surge la discrepancia. Porque en 2010, el sello francés Paradise Records lanzó Love over money, firmado por Wilson y His Shameless Pickups, que obviamente, es posible que no alcanzara el mercado norteamericano y quedara restringido al circuito europeo. Pero en este disco, el plantel de acompañantes es el mismo, añadido su compañero en Barracudas y Fortunate Sons, Robin Wills. Vamos, que este hipotético nuevo It’s Flamin’ Groovy! no lo es tanto y procede de aquellas sesiones, compartiendo incluso canciones como Bad Dreams, Semaphore Signals o la mencionada Gamblin’ Man, presentes en ambos discos. En cualquier caso, volvemos a las obsesiones de fanáticos, y seguramente habrá voces mucho más eminentes que la de quien esto escribe, que conozcan la historia en su totalidad.
Sea como fuere, un disco de Chris Wilson, en principio, siempre es bienvenido en esta casa. Un tipo a quien hemos admirado en sus etapas como Flamin’ Groovy o Barracuda, y hemos seguido en solitario desde aquel delicioso set acústico llamado Random Centuries, grabado en Barcelona, que publicara Marilyn y cuya copia original en vinilo guardamos como oro en paño (se salvó de nuestra particular quema). E incluso nos sentimos frustrados cuando en muchos de sus listados discográficos (incluido el de su propia web), se obvia completamente su pase por los Fortunate Sons de Wills, a quienes se unió para su segundo trabajo, Karezza. Sí, cómo vamos a olvidarnos de esa etapa cuando la disfrutamos en Madrid en plenos 80, e incluso asistimos a varios de aquellos mano a mano acústicos del propio Wilson junto a Robin Wills en garitos malasañeros, tan en primera fila que a una edad más que jovencita nos emocionó que el mismo Wilson nos pidiera que le trajéramos una cerveza de la barra. Más pronto que tarde habremos de recuperar en el Río a aquellos Fortunate Sons.
Pero retomando las dudas del principio, no, este It’s Flamin’ Groovy! no suena a pastiche, ni mucho menos, por mucho que algunos temas sean sacados de un baúl aún no cerrado. Es evidente el homenaje, desde la inicial All the action, que en su primer verso ya deja las cosas claras: now all the action has been shaken, en un más que guiño a la eterna Shake some action, pero que enlaza con ésta en su indeleble juego de guitarras y melodía. Y todo el resto del disco es un repaso a una carrera no exente de icónica mitología, pero en base a canciones más que interesantes. Las que navegan entre el pop de ascendencia British como el She satisfies de Jordan o Can’t let go y los aires tan Byrds de Shake that feeling y Heart in her hand. Pero la influencia Stones es clara en la mayor parte del disco, desde los arrastrados medios tiempos de Semaphore signals o Feel your love al arrebatado honky-tonk de Down to the wire, donde uno parece intuir al propio Kizz. E incluso con parada y fonda en los aires Zeppelin de Last roll of the dice y la oscura y con sonoridades casi celtas Bad Dreams. La deliciosa balada Sweet Anne y el enérgico rock’n’roll compartido con Loney en Gamblin’ man, que dirige directamente a la primera etapa Groovy, ponen el contrapunto necesario.
Vale, es un músico mirándose a sí mismo, compartiendo el rato con sus amigos, haciendo lo que les gusta. Y qué hay de malo cuando lo que comparten suena tan categórico? Ahora que los Groovies preparan nuevas canciones con Jordan, Wilson, Alexander y Victor Penalosa como formación base, no deja de ser un nutritivo bocado que ameniza la espera, pero con vocación de plato fuerte.
Suena la corriente: "All the Action" - Chris Wilson
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