
*Autor: Jaime G. López "Desperdicios"
Mucho ha llovido desde que en la década de los 80 se produjera la mayor explosión creativa del rock en castellano. Aquella generación no se caracterizó por tener grandes instrumentistas en sus filas, alguna pequeña excepción hecha, sino por la calidad de sus letristas y compositores. (...)
Sin embargo, hoy en día parece que el espacio o distancia con los instrumentistas sajones ha sido salvado y la proliferación de trabajos instrumentales que descansan sobre el virtuosismo de sus ejecutantes es cada vez más normal en nuestro país, en una mezcla entre veteranos músicos de la escena underground y nuevos valores.
Mucho ha llovido desde que en la década de los 80 se produjera la mayor explosión creativa del rock en castellano. Aquella generación no se caracterizó por tener grandes instrumentistas en sus filas, alguna pequeña excepción hecha, sino por la calidad de sus letristas y compositores. (...)
Sin embargo, hoy en día parece que el espacio o distancia con los instrumentistas sajones ha sido salvado y la proliferación de trabajos instrumentales que descansan sobre el virtuosismo de sus ejecutantes es cada vez más normal en nuestro país, en una mezcla entre veteranos músicos de la escena underground y nuevos valores.
La propuesta que traemos hoy cae en otro espacio que nada tiene que ver con otras propuestas que habitaulmente reseñamos en estas aguas, aproximándose más a los discos conceptuales jazzísticos de guitarra. La misma viene ofrecida por el joven guitarrista valenciano Diego García, que en su relativamente corta andadura ha prestado su hacha a algunos de los más destacados representantes de esa generación que al inicio del artículo nos referíamos. Músico precoz de conservatorio, pronto tendría claro su orientación hacia el rock fuera del mundo académico. Tras unos inicios modestos, incluyendo su participación en Rock'n'Bordes, se convirtió en escudero de Jaime Urrutia tras la salida del malasañero Guille Martín del grupo de aquel. Difícil hueco que cubrir, cosa que hizo con maestría el joven García durante un tiempo en la inconstante carrera en solitario de Urrutia, caracterizada más por los parones que la continuidad. Su siguiente gran proyecto le llevó a encargarse de las guitarras de nada más y nada menos que los hermanos Auserón, Santiago y Luis, en su interesante proyecto Las Malas Lenguas, en el que recreaban en castellano algunos de los temas con los que habían crecido, desde el soul de Gaye, al rock de Cochran, Kinks, Dylan o Stones.
En la gira que siguió a aquel trabajo descubrimos nosotros a Diego García, quedando deslumbrados por su virtuosismo. El último salto hacia arriba lo dio pasando a engrosar las filas de la sección madrileña de la banda de Andrés Calamaro alrededor del disco La Lengua Popular y el importante tour que le siguió. En el mismo, el argentino, una vez superado el miedo escénico que le mantuvo apartado de los escenarios casi una década, decidió repasar aquellos discos que no habían sido apenas presentados en vivo con una banda en la que sobresalía la magia de Diego García, capaz de superar por ejemplo los preciosistas arreglos de Marc Ribot en el tema Los Aviones.
Y de esta colaboración con Calamaro, los viajes a Argentina, la conexión con los músicos locales de la banda argentina de Andrés, surge este proyecto. En primer lugar, Diego se instala en Buenos Aires en 2011 y va profundizando en los grandes palos de la tradición argentina. El tango clásico, la canción popular y el rock nacional, entendido éste, como ellos lo hacen, como el rock desarrollado desde los años 60 hasta la actualidad y de enorme peso en la cultura de este país.
Así, este trabajo navega entre el tango jazz de Piazzola (Violentango), el tango canónico de Gardel y Le Pera (El día que me quieras) o Virgilio y Homero Expósito (Naranjo en Flor), la canción popular de Yupanqui (Guitarra Dímelo Tú) o la revisión de iconos del rock nacional como Cerati o Charly García.
Este disco cubre dos registros. Por un lado, el instrumental más innovador, explorando rincones ocultos o sendas alternativas a temas totémicos como el mencionado de Gardel, en una versión en la que García deja vislumbrar el fantasma de Reinhardt cruzado con el del Setzer mas inquieto. O la preciosista revisión y homenaje al flaco Spinetta de Durazno Sangrando, donde sobre una base jazz de contrabajo y batería, la guitarra a la Jeff Beck de García explora expansiva el tema en una de las cumbres del disco. En similares registros se mueve también la revisión de Ojos de video tape del icónico Charly García. La inolvidable Comida China de Calamaro suena aquí a relectura en clave de los hermanos Allman con acústica y slides en punteos que navegan la melodía. En A Fuego Lento une guitarra flamenca con eléctrica con profusión de reverberación y su sonido característicamente twang.
Si tenemos que elegir obviamente nos quedamos con la parte instrumental del trabajo, pero suponemos que los temas con voz ayudan comercialmente tanto en un plano general como por el hecho de que un trabajo instrumental es difícil de digerir para quien no está acostumbrado. Y no olvidemos que una major está detrás de este trabajo. Bienvenida sea la apuesta, venga con gancho o sin él. Gran y disfrutable trabajo que además no deja de ser una muy novedosa y original incursión, tarea bastante ardua de conseguir hoy en día.
Suena la corriente: "Tonada" - Diego García El Twanguero
Suena la corriente: "Tonada" - Diego García El Twanguero
No hay comentarios:
Publicar un comentario