Existen varias formas de encarar la lectura (y la escucha, ya que el libro viene acompañado de tres cd’s) de una obra como La Ciudad Secreta. Como manual de consulta que referencia a un buen número de bandas que coparon el subsuelo de Barcelona entre 1971 y hasta la creación de la artificial ciudad olímpica hacia 1991, haciendo de la experimentación su señuelo vital. Como análisis de un movimiento que no lo fue, porque no contó con el abrigo tramposo de las instituciones, porque a pesar del trasiego de nombres de banda en banda, hacía de la individualidad santo y seña, y porque el público vuelve una vez más su espalda hacia sonidos que puedan exigirle algo más que la mera aceptación pasiva. Y como crónica social de la evolución de un territorio que pasaba de una oscura época dictatorial a otra, no menos oscura, vendida como el gran éxito de unos falsos próceres, hasta llegar a la nadería de unos fastos que no hacían más que anticipar la absoluta negrura actual. (...)
Sonidos experimentales en la Barcelona pre-olímpica 1971-1991 subtitula el autor un tomo editado con sumo detalle, con una presentación de lujo en formato, en materiales, en contenido, por un sello discográfico y editorial, Munster, cuya labor arqueológica respecto a nuestro pasado musical nunca podrá ser justamente ponderada. Jaime Gonzalo no sólo deja constancia de la existencia de nombres como Bueyes Madereros, Perucho’s, Macromassa, Los Psicópatas del Norte, Tendre Tembles, Error Genético, 32 Guájar’s Faragüit, Avant Dernières-Pensées y muchos más, sino que a su pasional búsqueda de lo ocurrido, añade la disección del crítico, la implicación personal del cronista que toma partido aún cuando su opinión sea desgarrada y la lucidez de quien sospecha que aquello ocurrió por el implacable espíritu de búsqueda del auténtico músico. Su trayectoria (Star, Disco Express, Vibraciones, Rock Espezial, Rockdeluxe, Ruta 66…), sus libros, y su influencia reconocida por viejos y jóvenes lectores y oyentes de rock, avalan el hipnótico bucear que supone sumergirse en La Ciudad Secreta.
Una anomalía de la que hablará el propio autor el día 13 de febrero en Bilbao, presentando su obra a partir de las 20 horas en Power Records, lo que nos da pie a charlar directamente con él, no sin agradecer las labores de intermediación ejercidas por el bueno de Fernando Gegúndez.
Analizas en La ciudad secreta toda la escena underground propuesta en el enunciado del libro y sus derivaciones hasta la actualidad en algunos casos. ¿Viviste de alguna manera, aunque fuera en algún periodo concreto, aquéllo que se estaba desarrollando, o ha sido todo un trabajo de investigación?
Yo empecé a “despertar” a todo este asunto a mediados de los 70, con 17-18 años, de modo que me perdí a buena parte del rock progresivo, aunque llegué a ver a Máquina!. Ateniéndonos a los nombres comprendidos en el libro, me perdí también a Bueyes Madereros y Baf, por ejemplo. Una de las primeras tareas que me encomendaron cuando empecé a publicar en Disco Express, fue entrevistar a Free Difusion y Perucho´s, también a otra de las Cooperativas de Músicos que en aquel entorno se crearon. En años posteriores fui siguiendo de cerca esa escena, más centrado en unas bandas que en otras. En el libro hay un 40% de recuerdo —mucho, teniendo en cuenta la de memoria que he ido extraviando— y un 60% de investigación y recuperación de esa memoria dañada.
¿Cuándo fuiste consciente de la posibilidad de plasmar toda esta información en un libro? Se antoja que sólo un sello como Munster, que pareciera está realizando un profundo trabajo arqueológico sobre la música en este país en muy distintas ramas, pudiera encargarse de la edición. ¿Cómo surgió el contacto y su interés?
Con Munster ya había trabajado en anteriores ocasiones, y es un sello/editorial en el que me siento muy cómodo, prácticamente en familia. Estando como están acostumbrados allí a bregar con proyectos ambiciosos y de todo tipo, lo de La Ciudad Secreta se convirtió no obstante en un reto para ellos y para mí. La idea original que le planteé a Iñigo fue una antología en audio, un doble LP/CD con libreto, pero como nos ocurrió antes con La Banda Trapera, a medida que iba recopilando material gráfico y sonoro, y entrevistando a los músicos, la tentación de darle a todo aquello mayor entidad se hizo irresistible. Iñigo no sólo comprendió y apoyó mi propuesta de convertirlo en libro, sino que la realzó y potenció con una producción de lujo.
Sorprende descubrir, yendo a los orígenes, que ya en 1949 estuviese funcionando el Club 49 o Club Cobalto, como medio de promoción del vanguardismo en Cataluña y que en el 66 llegaran a traer para actuar a Merce Cunningham o John Cage. El poder underground en plenas fauces del dragón de la dictadura. ¿Crees que estos movimientos, en esas situaciones, tienen alguna posibilidad de ir socavando los cimientos de las estructuras establecidas, aunque sólo sea en la percepción mental de los protagonistas? ¿cabe la utopía?
Esos acontecimientos en concreto, del Club Cobalto y tal, no creo que tuvieran por parte de sus gestores la menor intención de socavar ninguna estructura establecida. La que había les iba muy bien como estaba, salvo por el pequeño detalle de la férula franquista. Social y económicamente, aquella burguesía era tan conservadora y reaccionaria como cualquier clase dominante. La vanguardia de entonces solo se la podían permitir los ricos. Así que de utopía poca.
En las palabras compartidas por numerosos artistas protagonistas de la obra, se observa el matiz coincidente de contraponer el carácter netamente libertario, idealista, libre, artística y mentalmente abierto, de la escena experimental frente al “conservadurismo” que supuso la explosión de los 80. A pesar de lo que muchos creen, o quieren creer, ¿aquéllos 80 fueron el triunfo de lo banal, y por ello, rápidamente abrazados por el poder?
Banales también fueron los 60 y 70 en muchos aspectos. La diferencia, quizá, es que, desaparecidas aparentemente las causas por las que luchar con la adopción de la “democracia” y la instauración de la izquierda como fuerza política profesional, se despojó de ideología a varias generaciones, educándolas en el culto al yo y la frivolidad. Ciertas actitudes, ciertas posturas, pasaron a ser mal vistas, incrementándose el desprecio por todo lo que oliera a “intelectual” y separándose aún más las divisiones entre idealistas y egoístas. Hemos de tener en cuenta que en España todo transcurrió con cierto retraso. Mientras aquí se vivían los coletazos de la tardo-contracultura en la segunda mitad de los 70, durante esa década Estados Unidos reaccionaba a la desilusión contracultural con la llamada “Me generation” o generación del yo, consolidándose una cultura solipsista pre-yuppie. Eso, en España, estalló de pleno en los 80 para deleite del poder. Todavía estamos pagando las consecuencias de ese cambio.
Puede parecer, por la introducción, por las declaraciones de los protagonistas, que no había un elemento transversal que diera unión al conglomerado de bandas como para conformar una escena. Pero la continua presencia de nombres como Nubla, Perucho, Altaba, Giménez, Ignorant,…, en unas y otras bandas, niega de alguna manera esa premisa. ¿No queda la sensación de que, a pesar del esfuerzo por negarlo, sí había ese sentido de movimiento más o menos cerrado?
Había interconexiones, que duda cabe, también endogamias e incestuosidades. Al fin y al cabo era un círculo pequeño. Creo que la cuestión de base es que toda esa gente era y es muy, eum, suya. A ninguno le gustaba verse englobado junto a otros, todos pensaban de alguna manera que su parte representaba al todo. Por otra parte tampoco había excesivas infraestructuras cohesionadoras, allí cada uno se buscaba la vida como podía y se fabricaba sus propias plataformas, que unas veces compartían y otras no. Y sus premisas musicales, aun teniendo en común un énfasis en la búsqueda y la reflexión creativa, eran mas dispares de lo que a simple vista pueda parecer. En cierto sentido, también eran hijos de la Me generation. En muchos casos el sentido del individualismo, con mayor o menor grado de ego, estaba muy desarrollado.
Grupos que provienen del free-jazz y del progresivo (incluso con algún tentáculo en la onda layetana), otros con el origen en la explosión punk, y ambos tendiendo a la experimentación electrónica. Al profundizar en todos ellos, ¿notabas una tensión latente según el origen, una división en bandos, o la soledad en la que actuaban suponía un lazo de unión?
Las únicas tensiones eran de índole personal, como en cualquier otro negociado. Las sempiternas cuitas entre vanidades enfrentadas, y los rencores y celos que pudiesen despertar. A fecha de hoy todo eso sigue latente, creo.
El sorprendente funcionamiento de la comuna de La Floresta (con la presencia de Nico), el tocar exclusivamente para ellos de Koniec, el juego con los silencios de Tres, el extremo de Dial utilizando la onda corta radiofónica como base ruidista musical, la espantada general del público en muchos conciertos… ¿Hasta dónde llegaba el componente nihilista casi obsesivo a lo largo del libro? ¿El suicidio comercial, y en algunos casos físico, era la única salida a sus inquietudes o era consecuencia de éstas?
No sabría decir con exactitud si fue antes el huevo o la gallina. Mas que nihilismo, yo creo que todos ellos se acogieron al realismo. Fueron pragmáticos, conscientes de hasta dónde podían llegar con los medios de que disponían y dadas las características socioculturales de las épocas por las que discurre el libro. No tenían nada que ganar ni nada que perder, podían permitirse hacer las cosas a su manera independientemente de la acogida que tuvieran. No tenían que correr para llegar a ningún sitio, y eso era una gran ventaja.
Los momentos actuales, social y políticamente, son tan negros, si no más, que los de aquel engendro que dieron en llamar transición. Posiblemente por ser hijos de aquélla. ¿Tiempos como éstos ayudan a la creación de escenas tan radicales o la sociedad actual vive drogada por la propia modernidad de ciudades de diseño como la Barcelona o el Bilbao actual, por poner dos nombres que te tocan de lleno? (Jaime Gonzalo es nacido en Bilbao y residente en Barcelona)
Tiempos como estos los hemos vivido antes pero a distintos niveles de intensidad y con diferentes estrategias por parte de los responsables de su negrura. En teoría, a los actuales les correspondería su cuota de reacción, superada con mucho la fase de indignación, pero me temo que contrarrestar lo sembrado por la Me generation va a estar complicado. La radicalidad más extrema actualmente es la de la codicia de la clase dominante y la mansedumbre de la dominada. Por otra parte las vanguardias no existen como tales, y la función de lo que queda de ellas, o sea su tradición y punto, es integrarse en el circuito del limosneo institucional. La experimentación ha llegado a la vida cotidiana, tal como preconizaban Breton, Debord y tantos, pero la mayoría solo podemos experimentar con nuevas formas de subsistencia, no de existencia. La modernidad es droga dura, desde luego, y son mayoría los que se la inyectan. Respecto a Barcelona y Bilbao, son ciudades en las que tengo la misma sensación que cuando me obligan a atravesar la zona comercial de un aeropuerto, sus tiendas y freeshops, para llegar a la puerta de embarque; con la diferencia de que los vuelos que despegan de ambas ciudades lo hacen en dirección al vacío.
El cassette se erige como el medio físico estrella para la edición e intercambio de esta música a lo largo del libro. ¿Tiene algún parangón con la libertad que puede ofrecer hoy en día internet para el mismo objetivo? Lo de las acciones recortables a la venta para conseguir dinero con el que costear el disco de Perucho’s en 1978 supone un primitivo caso de crowdfunding…
Nada surge de la nada. Lo de Perucho´s, así como el disco cooperativista Domestic Sampler UMYU, Radio PICA y otros casos, son claros ejemplos antecedentes del crowdfunding. Del mismo modo que la International Cassettte Network y el arte postal forman ya una red global sin necesidad de soporte electrónico. No creo que nada sea comparable al salto que ha permitido internet, ahora bien, habría que matizar muy mucho de qué “libertad” estamos hablando.
Ya que muchos de los protagonistas parecían tener tomada la decisión de la inexistencia, ¿cómo han recibido en general la realización y edición del libro?
Ha habido de todo. Gente que ha sabido apreciar y agradecer el esfuerzo, gente que no ha dicho ni mú, gente que ha buscado y encontrado todo tipo de pegas y defectos, gente a la que le ha traído sin cuidado. Gente, en resumidas cuentas, cautiva de la naturaleza humana, como usted y como yo, para bien y para mal. En cualquier caso, solo puedo mostrarme agradecido con todos ellos.
Jaime, en la mayoría de tus escritos actuales hoy en revistas, estás completamente alejado de la actualidad por decisión propia. Se puede decir que tratas los aspectos musicales como márgenes de la crónica sociológica principalmente contracultural. La serie Poder Freak es un ejemplo, e incluso este La Ciudad Abierta se puede leer como cirugía cultural de una época y lugar. ¿Hay algo de la actualidad musical que llame tu atención? ¿Llegas a esta arqueología musical y social por convicción o por discriminación, propia o externa?
No quisiera ser percibido como un “especialista” en contracultura, que no lo soy ni de lejos. Hay otras muchas materias que me interesan y trato. Yo no me he alejado de la actualidad, de hecho en algunos medios sigo atendiéndola. Diría que ha sido ella la que se ha apartado de mi. El problema (?) es supuestamente mío, lo admito...soy incapaz de enfrentarme a la abundancia y reiteración de esa supuesta actualidad, de sintonizar con la perpetuación de un mecanismo y una producción con la que ya no me identifico y en la que no me reconozco. Serán los años, o la alienación, pero me provoca una pereza colosal pensar en la cantidad de esfuerzo y tiempo que requiere hoy estar en la onda. A mis años, he decidido vivir en mi propia actualidad, la que yo decida o me construya, no la que me imponen tiempos y circunstancias. No llego al extremo de Quique González, que creo que decía que no lee libros que no tengan menos de 50 años de antigüedad, pero sí considero que ahora mismo puedo aprender más del pasado que del presente. Llego a la arqueología musical y social por las mismas razones que llego a un libro de Horacio o a una película de Pabst...curiosidad, ansia de conocimiento, persecución de unos estímulos y valores que me cuesta mucho encontrar en el presente. ¿Hace a esa cultura supuestamente anacrónica el paso del tiempo, su pérdida de actualidad, menos vital?
*Varias de las fotografías de este artículo (especificado el autor al pasar el puntero sobre ellas), están extraídas de La Web Sense Nom. Agradecemos su colaboración
*Compra el libro a través de Munster Records o en tu dealer de referenciaSuena la corriente: "Ciència Ficció" - Suck Electrònic Enciclopèdic
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