Hubo un día en que unas guitarras tomaron nota de la música que se estaba haciendo con ellas. Y esas guitarras decidieron homenajear por su cuenta a quienes las tañían acercándoles a las fuentes de la música que ellos amaban. Ese mismo día, un juego de voces fue consciente del mismo hecho, y se aplicó el cuento. La sección rítmica no quiso quedar atrás, y se ufanó da haber encontrado manos y brazos que le daban todo el sentido. Nada menos. Simplemente. (...)
Desde entonces, cinco tipos con años de grupos, canciones y emociones a sus espaldas, conjugaron una unión que trascendía los propios límites de unas canciones formadas en base a unos acordes. Si alguien tenía dudas sobre ello, no hacía falta más que dedicar un mísero tiempo a verlo en directo. Ya sea en los acordes de Dylan, de The Band, de Neil Young, esas personas y esos instrumentos hacían restregar los ojos. Ya sea que fueran nuestros vecinos, amigos, conocidos, los ojos ardían. Ya fueran sus propias canciones, uno sentía una pizca de eso tan habitualmente inalcanzable llamado emoción. En el fondo, si lo piensas bien, tampoco era una novedad. Simplemente teníamos que haberlo visto venir. Pero cómo hubiéramos podido...
Algún descreído aún decía que Too late, Too bad (2011) había sido una simple conjunción de astros, de la que pasarían siglos hasta poder volver a verla en todo su esplendor. Pero no sabía que aquellos instrumentos que tomaron consciencia de en manos de quién estaban, ya habían iniciado tiempo antes el proceso de fusión definitiva con los tipos que los trataban. Que aquéllo que casi no nos atrevíamos a nombrar, tenía ciertamente una denominación bien clara. Y que además, ésta jugaba con el propio concepto de incredulidad con el que nos acercábamos a ella. The Fakeband.
Y no estamos hablando de pasado. Porque palabra a palabra, este texto es de ahora mismo. Este texto es el escrito desde la confirmación de Shining on everyone. Aunque hablar de confirmación es un Perogrullo. No se confirma lo sangrado. Si acaso, se certifica que la herida sigue manando vida. Esas guitarras que llevaron a Pit Idoyaga, Alfredo Niharra y Txomin Guzmán hasta las fuentes, han querido seguir escuchando. Cómo éstos les han dicho que del manantial también brota rock’n’roll, electricidad, energía, que nunca deberían estar reñidos con la elegancia, con la melodía, con la esencia de eso tan minúsculo, de apenas tres o cuatro minutos, que llamamos canción. Algo tan aparentemente nimio pero con la fuerza de dar vida. Y el bajo y la batería de Juan Uribe e Iñigo Gil han aceptado volver a ser tratados con la contundencia del ritmo preciso.
¿Canciones, decíamos? Once gemas que se abren con ese pelotazo de power-pop, de indiscutible combustión vital, de atrévete a entrar, que vas a ver, que es Top of the world. Fool me recoge todas aquellas armonías vocales para enjuagarlas en su contexto, a la grupa de un riff de rock galopante. El poder evocador de Parking Lot crece y crece mientras despunta la melodía y las guitarras se enrabietan. Todo lo apuntado, todo el camino recorrido, todas las fuentes alcanzadas queda lustrado por unos vientos y un teclado que abrazan en Healing time, un puro ejercicio de rock’n’soul, del que tiene la chulería del joven Sprinsgteen, del que desmayaría al mismo Tweedy, del que hacía sudar a Graham Parker, del que se baila con vaqueros gastados y olor a sexo. Kate es esa calma, ese delicioso descanso en el que demostrar que las armonía vocales convertidas en coros son suficientes para sostener cualquier evocación, engrandecida por un espléndido juego de guitarras final. Los vientos que vuelven a empapar Get you back balancean por entre una melodía de puro pop, de esas que interpelan directamente estás muerto o qué cojones te pasa? si no respondes con la emoción a flor de piel. Someone es esa joya que no lo parece hasta que llega el momento en que no puedes prescindir de ella, que necesitas de alguien a quien decirle ese always together by your side antes de que el punteo de guitarra te recuerde por qué una vez caíste enamorado de ese instrumento, capaz de pasar de la elegancia al caos sin perder la compostura. Y una vez que tienes agarrado al objeto de deseo, te lanzas a la calle al ritmo de caderas de She told me, todo chulería y canallesca, un rock’n’roll del que fundía los manierismos de los Stones con el descaro cazurro de los Faces mientras escuchas de fondo la socarrona (y socabrona) risa del Dylan putero (si lo hubiera sido) y eléctrico. Vuelve a acariciar el pop de raigambre folk en Back on the road, y los coros y la armónica te depositan de lleno en los riff de puro rock, puro stones, puro engreimiento de taberna americana de Something about you, para cerrar con un The Secret a modo de nana marciana, entre extraños sonidos y el calor del ronroneo.
Sí, once canciones paridas aquel día en que las guitarras tomaron nota, y sentidas el día en que The Fakeband decidieron homenajearlas.
Once canciones para un lujo que, lo creamos o no, es nuestro.
*The Fakeband estarán presentando el disco el 21/02 en el Kafe Antzokia de Bilbao
*Compra el disco a través de Rock Indiana o en tu dealer habitual
Suena la corriente: "Top of the world" - The Fakeband
Passion is no ordinary word. Preciosa reseña como me esperaba con el TOTW sonando como debe , en nuestro corazón, sin imagenes que lo perturben. Tenemos un lujo y tenemos que compartirlo que es otro lujo que nos podemos permitir y del que salir más chulos que un ocho, porque "suenan guitarras", es una banda "nuestra", la queremos , es un orgullo. Un abrazo querido Río Rojo!
ResponderEliminarPerfecto análisis, my Lord, ha vuelto a haber conjunción astral. Me pongo en breve a dar mi visión, lo necesito. Al fin y al cabo es por ahora el único disco que me ha calado del año en curso, y eso es importante. Abrazo.
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