lunes, 3 de marzo de 2014

Dani Merino y los Jeremias Johnson vs. Joaquín Sabina
Izar & Star, Teatro Campos, Bilbao (28/02/2014)
Demostrando injusticias


La verdad, tampoco necesitaba arriesgar Dani Merino en su presentación en el IV Ciclo Izar & Star, en el que un músico vasco comparte sus propias canciones con su visión de las de otro artista a quien profesa respeto y de quien admite influencias. Nadie hubiera puesto pegas a que se hubiera centrado en melodías paridas en los 60 en California, o que hubiera puesto voz una vez más al Young acústico o eléctrico, o que hubiera repasado sonidos americanos recientes. Todo ello es algo habitual desde siempre en su cancionero, acentuado en la última época. (...)


Pero Merino quiso dar un paso más allá, y acompañado de sus siempre impecables Jeremias Johnson, encarar un repertorio basado en Joaquín Sabina. Riesgo no tanto por su desapego o lejanía con el de Úbeda, ya que no es la primera vez que en directo revisa composiciones suyas, porque, como se encargó en más de una ocasión de recordar, lo considera maestro, y porque la raíz de alguna de sus canciones bebe directamente de las mismas fuentes nacidas en muchas de las armonías de Sabina. El riesgo podía venir más de la propia imagen que éste suscita entre los degustadores de rock, público habitual del ciclo en cuestión. No podemos ocultar que Joaquín Sabina ha creado a lo largo de su vida un personaje que ha ido alimentando filias y fobias a su alrededor, inseminando sus propias canciones con los genes de ese mismo personaje, con sus cuitas, sus en más de una ocasión sonrojantes ripios, sus rocks indolentes aptos para el consumo masivo por gentes a las que lo mismo da un cantor romántico que otro putero, siempre y cuando se mueva por entre coordenadas de fácil digestión. Pero también autor, para qué vamos a negarlo, de algunos cortes que son ya parte de la historia del pop-rock nacional.

Eso sí, Dani Merino prometía llevar a Sabina al terreno del rock americano, o, lo que podríamos decir en otras palabras, acercar un puñado de canciones a los propios territorios por los que se mueve Merino, hacedor de melodías que lo mismo pisan  los caminos recorridos por Murphy, Petty, Springsteen que por cantautores con un pie en el folk y el otro en el country. Y la mejor prueba de que lo consiguió fue la propia estructura de la que dotó al concierto y el homogéneo resultado del mismo. Intercalando canciones propias con las de Sabina, no sólo todo el set emanaba coherencia, sino que mejoraba, en algunos casos sobradamente, canciones que en más de una ocasión fueron grabadas con escandalosamente horripilantes producciones. Además decidió tirar, en gran parte de la selección, de lo menos obvio, y por allí pasaron Cuando era más joven, el aire country otorgado a Por el túnel, Doble vida, Caballo de cartón, una Rebajas de enero llevada al propio mundo de Merino, cambiando la frase un piso en Atocha no queda tan cerca del cielo por el más localista un piso en Algorta (que, efectivamente, tampoco queda nada, nada cerca del cielo), para, al final sí, acercarse a las conocidas y tarareables Calle Melancolía, sincopada y contenida mediante un lavado de cara que la hacía más cercana al rock, un Contigo que enlazaría con el juego de cuernos al que se refirió Dani Merino en sus Como dos delincuentes y Diferentes de los demás, para terminar con Princesa no sin antes hacer parada vía Los Rodríguez en la sabiniana letra de Todavía una canción de amor.

Y en definitiva, lo que consiguió Dani Merino es demostrar la inmensa injusticia que supone que su preciosa Me perdí al final, Su lado oscuro, El placer de no hacer nada, El túnel, Mi futuro yo con su excelente piano, la autoidentificable Un hombre de provecho o esa pequeña joya de su carrera, ese himno que desgraciadamente nunca lo será, A mi aire, no sean ni tan conocidas, ni tan radiadas, ni tan alabadas como las versionadas, siendo en muchas ocasiones superiores.

Pero de esas injusticias está el rock’n’roll lleno.

Suena la corriente: "A mi aire" - Dani Merino



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