No son pocos los que piensan que el rock’n’roll no son simples canciones que aletargan, expanden, excitan, vivifican el momento de su escucha. Seguramente eso también, pero en la historia del rock, como movimiento social emparentado directamente con cada una de las generaciones que lo toman como bandera, podemos intuir la propia traslación del espíritu de un grupo humano, llámese este pueblo, estado, nación o cualquier nombre grupal que queramos adoptar. (...)
Greil Marcus no tiene la más mínima duda de ello, y a lo largo de su carrera, ha escrito críticas y ensayos en los que el rock aparece íntimamente ligado a los anhelos, deseos, frustraciones y éxitos de esas personas que lo admiten como guía vital. Pero es capaz de ir más allá y sustanciar la propia esencia espiritual de Estados Unidos asociada a unos cuantos nombres.
Publicado originalmente en 1975, Mystery Train es un paseo por seis grandes nombres de la historia del rock y por el propio espíritu, lleno de grandezas y miserias, de la nación que los vio nacer. Harmonica Frank presentado como trasunto de Huckleberry Finn y su desprecio a los estilos de vida tradicionales a través de una música plena del sentido de la libertad; Robert Johnson y su conexión diabólica, persiguiendo a través de la música un mundo sin salvación ni redención; la espléndida aventura recorrida por The Band en busca de la idea profunda de América y la creación de una comunidad que creía participar de esa aventura; Sly Stone, el mito de Staggerlee y la extrañeza de una música bandera en unos tiempos racialmente convulsos; Randy Newman y el deseo del artista de rehacer América en sus propios términos y descubrir qué pueden compartir gentes diversas; y un Elvis Presley, su ruptura musical de corazón negro y una frase que lo resume, un hombre que se ha hecho a sí mismo, es bastante aburrido, pero un rey que se ha hecho a sí mismo, es otra cosa.
Sin entrar en el hecho de si cada uno de los artistas reflejados buscaba realmente transmitir ese espíritu de los pioneros o es una simple adjudicación del propio Marcus en su propia búsqueda de un origen y desarrollo casi mitológico del rock’n’roll, debemos admirar la capacidad del ensayo de ser leído como una gran novela americana, como una gran epopeya en la que los protagonistas son gente que está en nuestras estanterías y nos ha acompañado media vida.
Ampliado en 2008, la segunda parte, de igual o mayor extensión, es un recorrido discográfico abrumador y lleno de lúcidas reseñas por la obra de los mencionados artistas así como por los orígenes de los que provienen, con tal profusión de datos y referencias que uno llega a sentir la inmensidad de lo inabarcable.
Pero disfrutable.
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