Cuando en 2008 se publicó el disco Vol. 1: Frozen Ropes and Dying Quails, muchos pensamos que ese Vol. 1 no dejaba de ser un chascarrillo más de un grupo que nacía con vocación de divertimento. The Baseball Project había plantado su semilla cuando Steve Wynn y Scott McCaughey coincidieron orinando en los baños de una discoteca a principios de los 90. Y ya sabemos que esas situaciones se prestan a consecuencias imprevisibles. (...)
El caso es que, al menos oficialmente, la supuesta charla derivó en su reconocido amor por el béisbol y decidieron que alguna vez deberían grabar algo sobre el tema. 16 años después, aquello se había materializado, con la ayuda de dos elementos cercanos, Linda Pitmon y Peter Buck, y ese Vol. 1 podía interpretarse como broma o como dejemos la puerta abierta a ver qué tal funciona la cosa y si eso, nos volvemos a juntar. Juntar en sentido estricto, porque es bien sabido que estos tipos entrelazan sus carreras entre ellos a la que tienen ocasión. Antes de que en 2011 se materializara el segundo trabajo, Vol. 2: High and Inside, ya tuvimos ocasión de verles en directo, en aquella mágica noche en Sos del Rey Católico, en un festival, Luna Lunera, que ofrecía no sólo música, sino el sabor especial de las ocasiones únicas. Allí, con unos teloneros de cuidado, Gary Louris y Mark Olson, The Baseball Project, sin Peter Buck pero con Mike Mills, demostraron que lo suyo no era una simple broma, y que sus canciones en nada desmerecían de las que les acompañaban en el set, ya fueran de Young Fresh Fellows, Minus 5, Dream Syndicate o del propio Wynn en solitario.
Ahora, aquí están de nuevo, ya sin volúmenes que valgan, con un simple 3rd. Ya no es cuestión de marcarse metas, sino seguir disfrutando de un proyecto peculiar las veces que quieran. Y aunque el peso compositivo recae en McCaughey y Wynn, Buck, Mills y Pitmon son elementos más que necesarios en el potaje deportivo. De hecho, el muro de guitarras que llegan a conseguir los tres primeros es cuando menos sudoroso. Es evidente que hay un tema, el central, que marca una distancia con el concepto del disco y del grupo. Uno no tiene ni pajolera idea de béisbol (aunque de jovencito admite haberlo practicado alguna vez en unos cursos intensivos de inglés en un curioso internado en pleno campo segoviano!?!?!?) ni de las historias que campan por las 18 canciones del disco, incluida una primera Stats, mero recitado de estadísticas deportivas. Pero esta gente tiene querencia hacia las historias de perdedores y de esas el rock está lleno, y por tanto, nuestras cabezas. Así que no queda otra que centrarse en una música que, una vez más, pone sobre los surcos los pasados, presentes y, suponemos y esperamos, futuros de los actuantes.
Y así, las canciones de Scott McCaughey se mueven entre el power-pop energético, melodías abrasadoras, marejadas de garage y el positivismo vital que siempre transmite este ser imprescindible. From Nails to Thumbtacks, Box scores, They don’t know Henry o la dulzura de The babe son más que claros ejemplos. Las de Steve Wynn pasean entre su habitual intensidad eléctrica, psicodelia sugestiva y el rock de pura raíz americana. Si Monument Park tiene le aliento de los Byrds, 13 pudiera ser un descarte de los Syndicate y el country-rock festivo de The Baseball Card Song resulta encantador. Por su parte, Mike Mills se marca un incontestable pop de espíritu ramoniano en To the Veteran’s Committee, una canción sencillamente arrebatadora, y todos se despiden con una versión, Take me out to the ball game, de un clásico beisbolero de 1908, una especie de himno popular para el público pelotero.
Y en resumidas cuentas, uno vuelve a caer, a pesar de la más de una hora de duración, en un mundo musical en el que una vez más se encuentra como el bateador que ha realizado varios home run.
Por algo estos tipos son parte de nuestro santoral.
Suena la corriente: "From Nails to Thumbtacks" - The Baseball Project
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