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martes, 8 de abril de 2014

Willie Nile / Lee Perk
Kafe Antzokia, Bilbao (06/04/2014)
Teorías de un pasado presente


Se sienta Willie Nile al piano, el escenario marcado por la penumbra de unas lámparas de mesa, y comienzan a sonar los primeros acordes de una de esas canciones históricas, un Streets of New York que tiene en sí misma las venas de la ciudad. Las teclas acarician la armónica antes de que la banda haga acto de presencia engrandeciendo el final. Y la ovación del público es sentida y emocionada. Esto podría ser la manera de terminar un concierto de Willie Nile. Pero no, fue el principio, sin dejar por un momento que la gente se fuera calentando poco a poco. (...)


Fue posiblemente lo más impactante de su actuación un domingo de temperatura veraniega en Bilbao. Comenzar precisamente en lo que se debería suponer como punto álgido del show, el momento en que tras la fuerza devastadora de Nile llegara la calma intimista de una canción que siempre ha querido rozar sus yemas con el New York City Serenade de Springsteen. Pero tuvo la inopinada ocurrencia de abrir el set así, ganando por obligación al público. Antes, nuestro querido Lee Perk, esta vez en formato cuarteto, con sus habituales Juan López al bajo y Natxo Beltrán a la batería, amplificados por los teclados de Alex Blasco, había vuelto a hacer gala una vez más de la enorme elegancia y buen gusto que tiene para interpretar la base del rock’n’roll con las gotas del mejor pop. Comenzando con los aires a blues descarnado de Wilhelm Scream, salta del maravilloso folk-soul de The Blue Fields a una hipnótica Things from the past, para picotear después entre las joyas de su último disco, dedicando al bueno de Parsons la oda que le ha compuesto, Gram’s Room, y terminando con un When I want to sing a song I write one que resume toda su filosofía musical. Si Alfredo Niharra tuviera gafas de pasta, sería nuestro más entrañable trasunto de Buddy Holly. Sin ellas, lo es igual.

Y bueno, a Willie Nile, tras ese Streets of New York, solo le quedaba hundir el concierto o mantenerlo en el mismo alambre en el que se había encaramado. Pero Nile es perro viejo, es uno de esos currantes que hacen grande al rock’n’roll a base de sudor, y tiene las piezas en la mano, las canciones, para conseguir su objetivo. En teoría presentaba su último disco, American Ride, y lo hacía en un formato, digamos, semiacústico. Sin bajo, él agarrado a su guitarra acústica salvo cuando se acercaba al piano, pero con su ya habitual Jorge Otero aferrado a sus eléctricas y mandolinas varias y un más que curtido Danny Montgomery a los parches. Así que simples teorías. Semiacústico es un decir, porque son capaces de alcanzar momentos de alta intensidad, y presentando su último disco, también, pues si las notas no nos fallan, apenas This is our time, American Ride y Sunrise in New York City sonaron de él. Pero esa especie de inercia que algunos hemos apuntado en sus recientes trabajos, un dejarse llevar en base a una carrera más que coherente y asentada, no lo es tal. No al menos en el sentido en que parece hacerlo desde hace tiempo Elliott Murphy. En ambos casos siempre será una gozada escuchar piezas que ya suenan a clásicas, pero Nile pareciera entender cada noche como una noche especial.

Y como siempre, atravesando las riberas entre el rock de ribetes puramente pop, como en la maravillosa Far green hills, el rock con jirones de folk tabernario de Rich & Broken, y los aromas desérticos de Hard times in America. Y con su cuaderno de canciones en la mano, parece querer centrarse donde nació todo, entregando hasta tres canciones de su inaugural disco homónimo, una deliciosa Vagabond Moon, una intensa y emocional, tal vez algo grandilocuente, Across the river, dedicada a aquellos que pasan hambre física y espiritual, y un It’s all over, con una dulce rickenbaker en manos de Otero.

Willie Nile se encontraba a gusto, parlanchín, pidiendo una copa de vino, contando sus viejas historias, su coincidencia en el estudio con John Lennon apenas diez minutos antes de que éste fuera asesinado, su beso con Lou Reed diez días antes de su muerte, dedicándole una estupenda versión del Sweet Jane, acordándose de George Harrison mientras le canta Every time the world turns around, y haciendo gala de su querencia al coro de estadio. De acuerdo, es algo muy americano, muy agradecido por una parte del público, pero a este cronista, un ser habitualmente amargado (esa será la razón), tanta petición de balanceo de manos, de palmas, de juegos corales público-artista (vale, One guitar se presta a ello), le distraen de lo que es disfrutar de un concierto. Pero admito que puede ser cosa personal.

Y no se lo tendremos en cuenta a quien hasta nos regaló una emocionante Yesterday’s Dreams.

Suena la corriente: "Far Green Hills" - Willie Nile



3 comentarios:

  1. Fantastico concierto, gozada de principio a fin.
    Saludos.

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  2. Vale, querido, ya me he empapado de tu visión. Voy a saludarlo en un rato, my Lord of RR.

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  3. Pues ya contarás qué tal ha ido...

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