Pues daba gusto ver un
Bilborock con una excelente entrada para escuchar a dos bandas jóvenes de la ciudad que tienen un futuro más que interesante. Por un lado, unos
Educados que disfrutaban así con una actuación que era parte del premio conseguido en la última edición del Concurso Pop-Rock Villa de Bilbao como mejor banda de la ciudad y la provincia. Pero demostraron humildad e inteligencia. Compartir el que era su concierto por derecho con otro grupo, que además son sus amigos, era sentirse arropado. (...)
Pero hacerlo coincidir con la presentación del nuevo disco de
Yellow Big Machine era aunar fuerzas entre ambos para que la sala presentara la espléndida asistencia que hemos apuntado.
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Ahora, si fuéramos un blog de esos de tendencias tecnológicas tan a la última, deberíamos hacer un
disclaimer. Esos descargos de responsabilidad cuando van a reseñar las bondades de un nuevo cacharrito, admitiendo que han cobrado del fabricante por hacerlo. Así, la supuesta objetividad queda al arbitrio de cada lector. En nuestro caso desde luego que no hemos cobrado nada
(qué más quisiéramos). Y la objetividad, bueno, ese es un tema recurrente, pero que en más de una ocasión hemos dicho que en el caso concreto de Río Rojo no nos preocupa en exceso. Este es nuestro espacio, y aquí nos movemos por pasiones, emociones y gustos. El hecho de que quien esto escribe tenga relación de parentesco cercano con uno de los miembros de
Educados no nos importa mucho para hacerlo. Si acaso, ellos deberían saber que podemos ser más estrictos o indiferentes, en según qué casos. Y más magnánimos en otros, claro. Pero que son actualmente una de las propuestas más refrescantes del panorama musical más joven de la ciudad, lo creemos. Como también creemos que su grabación
Ya estamos Educados, aunque anticipa los caminos por donde quieren transitar, no refleja la potencia y urgencia que transmiten en directo. Un directo que nos dejó absolutamente boquiabiertos en los
impactantes 30 minutos que se marcaron en el Concurso de marras hace unos meses y que anticipó su éxito. El sábado, tal vez con un punto menor de intensidad y contundencia, volvieron a
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demostrar que es ahí donde hoy por hoy reside su mayor encanto, en esa mezcla de agresividad inocente que emiten sobre el escenario. Su base es puramente pop, pero revestida con suficientes ropajes como para dirigirlo a otro lugar. A veces es un funk libre con su punto de locura
(hay riffs que parecen beber directamente de Enrique Sierra y Radio Futura), como en
Pensamientos absurdos o
Esquizofrenia. En ocasiones
(Tengo miedo) ofrecen chulería punk, entre displicente e ingenua, para encarar a continuación una auténtica danza
headbanger de esencia hardcore. Y se regodean entre el pop bailable de
Indígena o la pegadiza
Ya no es tarde. Tienen aptitud y mucha, mucha actitud, y sobre todo, y lo más importante, un gran margen de crecimiento. De ellos depende y en ellos creemos.
Fin del disclaimer.
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Una de las cosas más curiosas de
Yellow Big Machine es la especie de aire conceptual, aunque sea en cuanto a su presentación gráfica, del que dotan a sus trabajos. Ya sea ese juego con meteoritos amarillos emanando vapores con cierto punto esotérico de su recién estrenado
Here comes the big fun o el auténtico juego masón de su anterior ep
UPI-APA. Chicos inquietos y que además saben demostrar evolución aún dentro de sus parámetros musicales. Si en su primer disco,
I’m searching for friends (2009), una canción como
The High The Low: Fugazi!!! podía suponer toda una declaración de principios, es cierto que no olvidan todo ese intrincado cuerpo guitarrero que bebe directamente de los 90, con la escena
grunge muy presente, contrastado con el dislocado juego rítmico de
Pavement. Sí, pero sin olvidar estas bases, pareciera que su nuevo trabajo abra las puertas a un pop que anticipe esa gran juerga del título. Así, una soberbia canción como
I love it tiene la contundencia melódica y sónica de aquel néctar que creó
Bob Mould en
Sugar una vez atemperada su urgencia más punk,
Jenny tiene puro desparrame orgánico con más de un punto cercano al garage,
Álvaro canta con una cercanía al agónico timbre de
J Mascis y gotas de
Yo La Tengo empapan por aquí y por allí el set. Pero más allá de cercanías, se les intuye la suficiente creencia en sí mismos y personalidad como para desarrollar una carrera que resulta más que interesante. Y en directo siguen siendo igual de contundentes, tanto como los cabezazos
(literales) que propina
Roberto a su sufrida batería. Ya
hablamos un día sobre genes extraviados de
Keith Moon, y lo mantenemos.
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