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lunes, 21 de julio de 2014

Amen Dunes
Love (Sacred Bones, 2014)
El regusto sabroso


Uno no deja de permanecer alerta cuando de las palabras folk o psicodelia se hace un excesivo uso. Y más en estas épocas, cuando pareciera que cada músico ha crecido escuchando entre las cuatro paredes de su cuarto las sesiones de The Madcap Laughs de Syd Barrett. Será el sino de los tiempos, de la sobrevenida angustia existencial que la crisis mundial ha exacerbado en cada uno de los muertos vivientes (nunca tan literalmente) en que nos hemos convertido. (...)


Pero estas alertas permanecen apagadas cuando lo que suena es el alter ego artístico actual de Damon McMahon, Amen Dunes. Tiene esa capacidad de hacer perfectamente creíble, sincero, sencillo, personal su paseo por todos esos sonidos, con las gotas de pop y melodía que, en este Love más que nunca, rebosa en cada canción. E incluso en I can’t dig it lo hace espléndidamente a lomos de un rock de esencia briosa sin olvidar su habitual carga de reverb. Y es que, en lo que a servidor respecta, todo lo que ha hecho este neoyorquino, huele a honestidad. Como cuando, desechada su aventura en la banda Inouk, grabó un disco a su nombre, Mansions, y ante el nulo resultado comercial, se encerró en una cabaña en pleno bosque, en 2006, dejó constancia de lo que en ese momento sentía, y se largó a vivir a China. Fue tres años después, cuando el sello Locust decidió sacar a la luz aquellas sesiones, DIA (2009), ya como Amen Dunes, que McMahon decidió que tal vez había alguna oportunidad para él en esto de la música, y en 2011 editaba el oscuro Through Donkey Jaw de la mano de Sacred Bones, igual que ahora. 

Y encontrarse de nuevo con esa voz aguda, que en tantas ocasiones recuerda a Jim James, pero con su fraseo tan personal, no deja de ser una experiencia centrada en agradecer el giro que la historia dio mientras vivía sus días en Beijing. Y encontrarte con unas canciones que, manteniendo su intrincado espíritu lírico, apuntan al amor como nexo de unión, aún a su manera y tal como él lo entiende, se convierte en toda una gozada, en su disco no únicamente más accesible, sino más perfecto hasta la fecha. Si los efluvios a la Velvet que desprende una canción como Lonely Richard, de una capacidad de enganche absolutamente hipnótica, ya bastarían para sanar la espera, joyas de folk amargo como Lilac in hand, o de introspección desnuda como I know myself, completan un puzle de clara tensión psicodélica que nunca había sonado tan a banda como ahora. Por algo se ha apoyado en gente como Colin Stetson, Elias Bender de Iceage o Dave Bryant y Efrim Menuck de Godspeed You! Black Emperor.

Sus cercanías a muchas de las propuestas de Bonnie Prince Billy, con el que en otras ocasiones ha colaborado y grabado, están ahí, al igual que sus guiños a parte de la historia más lánguida, pero carnal, del pop. Y cuando una suite como la que da título al disco y lo cierra, lo hace en base a esos pianos de cierto aire jazzy hasta desembocar en una placidez coral, el sabor a lo íntimo deja un regusto la mar de sabroso.

Suena la corriente: "Lonely Richard" - Amen Dunes



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