Bueno, vale, cada uno lleva las rupturas que te destrozan el corazón como buenamente puede. Hay músicos que se refugian en sonidos lánguidos, recordatorios de felices tiempos pasados. Otros se centran en mórbidas descripciones líricas de renuncia y ansiedad por la pérdida del ser amado. Y luego están los que llegan a la frustración incontenible, la que les hace gritar a los cuatro vientos la jodida situación en que se encuentran tras la ruptura. (...)
Back in black reza el título de un disco que pone negro, negrísimo el panorama de reconstrucción personal. Everything’s fucked reza la apertura, dejándolo claro, clarísimo, reconociendo su descacharre sentimental, que incluso en Jump off a bridge le lleva al protagonista a valorar la idea de tomarse un trago más y tirarse desde un puente. Vamos, el acabose sentimental. Y si hay que gritarlo, se grita. Tanto, que en la propia presentación del disco reconocen, no sin cierta ironía, que un mes después de la grabación del mismo, la voz de Archie Powell seguía sin funcionar como antes de entrar al estudio.
Vale, vale, la ruptura sentimental del de Chicago ha debido dejarle para el arrastre, unido a una insoportable frustración sexual. De ahí que el buen hombre haya decidido abandonar en parte los caminos repletos de brillante power-pop que le habían guiado junto a sus The Exports en sus anteriores Skip Work y sobre todo Great Ideas in Action. Pero en aquéllos ya estaban inoculados los brillos del punk más melódico, el que podía hacer de una canción como Fighting words, por ejemplo, un caramelo con envoltorio Redd Kross.
Y aquí en Back in black sigue habiendo esa semilla de nuestra Cruz Roja favorita, pero es como si hubiera mudado al entorno OFF! de uno de los hermanitos McDonald, como bien atestigua la fuerza bruta del minuto y medio de Mambo No. 9, o los sofocantes aullidos de Lean, que con gusto hubiera gritado el Cobain de Bleach. Sí, anda jodido Powell, pero eso no le hace olvidar su capacidad para la melodía. Si en Holes o The High Road hace algo más que acercarse a los postulados del brit-pop, es en cortes como la espléndida Tattoo on my brain o Electrocute my heart (de nuevo tan cerquita de Redd Kross) donde demuestra que a pesar de la oscuridad, es el pop un camino más que aceptable para descargar la adrenalina nacida del odio a lo ocurrido.
Son letras explícitas, de esas que obligan al mercado americano a etiquetarlas como tales para cuidar las supuestas almas cándidas de su juventud, pero el disco va emanando tal cantidad de energía, de fuerza, de resabios que beben de los 90, pero también de las tres décadas anteriores, que logra instalarse en el consciente de cualquier amante de la abrasión.
No sé, es posible que una vez superado el lance, Archie Powell vuelva a caminos más soleados, pero como siempre, el matiz sádico de la percepción del oyente le hace a éste bendecir que esta vez haya tenido el corazón bien roto. Y así nos haya dado este disco.
*Compra el disco a través de la web de Archie Powell & The Exports
Suena la corriente: "Tatto on my brain" - Archie Powell & The Exports
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