Han estado la semana pasada por estas tierras y nosotros no hemos podido verlos. Mucho nos tememos que nuestra habitual bulimia musical en directo va a tener que atemperarse a pesar del sarpullido que eso pueda suponer para nuestra rugosa piel. La vida está jodida y no vamos a dar la matraca con angustias físicas o existenciales. (...)
Vamos mejor a continuar trepanando nuestros tímpanos y neuronas a base de goma de la que nos gusta, sea ésta dulce o de petrolífero sabor. Al fin y al cabo, tienen el mismo origen. Tampoco hemos querido leer mucho sobre qué tal han ido estas presentaciones, que para el adicto es conveniente alejarse de la fuente de sus queridos males. Y porque la impepinable actualidad empieza a pesar en demasía, buscando mejor el refugio de cualquier época siempre que sea agreste.
Pero sí, The Drones han estado por aquí, y la imprescindible gente de Bang! Records ha publicado su último trabajo, I See Seaweed (2013), para el mercado europeo, con lo que el acceso al mismo no tiene ahora ninguna cortapisa. Un disco que, en lo que a servidor respecta, no necesita de más de una escucha para empaparse hasta el último poro de esa grasa sónica que es marca de la casa y de volver a reencontrarse con las letras de Gareth Liddiard, toda una gozada y una especie de erupción tumoral entre tanta morralla como la que nos rodea. Continúa siendo certero, nihilista, aberrante, directo, y hasta en los momentos más dulces dentro de sus parámetros, como en Why write a letter that you’ll never send, es capaz de decir más verdades que cientos de atrabiliarios medios de comunicación.
Poca gente es capaz hoy en día de apuntar tan certeramente y dar en la diana. Al menos en la nuestra, que reconocemos ha entrado actualmente en un bucle Drones con una fuerza inusitada, cincelando un estado de ánimo que no podemos marginar. Así que nos regodeamos, y os invitamos a hacer lo mismo, con esta serie de seis vídeos grabados en directo en Auckland en marzo de 2013, mientras giraban como teloneros de Neil Young y Crazy Horse. Un Young y unos caballos locos que quedaron más que impresionados por la fiereza de Liddiard y compañía, y lo que iba a ser una única actuación se convirtió en toda una gira. Los imanes se atraen en este caso. Por ahí suenan I don’ ever want to change, River of tears, How to see through fog, The Minotaur, Sitting on the edge of the bed cryin’ y ese pelotazo absoluto, ese germen fundacional de la canción como base del sufrimiento y del placer, que es Shark Fin Blues. Una canción que es simplemente necesaria.
Porque The Drones merecen sentencias como ésta. Así que aceptamos encantados, y transcribimos sin permiso pero con reconocimiento, porque sabemos que disfruta como nadie de esta gente, la que escribió hace unos días en su muro nuestro querido amigo Eduardo Ranedo: “Agoreros, gafes, predicadores de la muerte del rock… Drones. Y punto pelota.”
*Compra el disco de The Drones a través de Bang! Records
Pues es una pena que se te hayan escapado porque en directo su cantante es un verdadera bestia parda con la palanca, amen del sonido que despliega la banda y el morbo de su bajista. Yo tuve el gusto de verlos el año pasado y es de los mejor junto a THEE OH SEES sobre un escenario.
ResponderEliminarY del último disco que voy a decir, es que me hizo descubrirlos y el que me empujó a recorrer toda su discografía. A ver si con reseñas como esta llegan a más gente!!
Uno de los mejores grupos de lo últimos años, todavía hay gente en el rock que se atreve a mirar en su interior y no a mimetizar lo que ve fuera. Pocos quedan, pero los Drones están entre ellos.
ResponderEliminarUn abrazo.