Por supuesto que hay ocasiones, muchas, en que eres consciente de la futilidad de escribir cuando de música se trata. De hecho, debería ser un ejercicio de humildad insoslayable el reconocer que, al menos lo puesto sobre blanco aquí, sobra. Para qué, si las armonías están ahí, y sólo hace falta alcanzarlas. Son otras obligaciones internas y oscuras las que hacen que este Río siga avanzando empujado por esa supuesta obligación. (...)
Pero sí, hay momentos en que crees que sobra todo, más que nada por la dificultad de aprehender lo sentido, o por la imposibilidad de transmitir lo escuchado. Pretender que con palabras se puede transmitir una experiencia sensorial es algo sobrevalorado. Al menos, pretenderlo con las palabras que navegan este Río. Así que sólo quedaría el prurito de si alguien, perdido por estas aguas, termina yendo a beber a una fuente de cuya existencia no tenía ni idea. Vamos, con que alguien se acerque a la música de Dropkick sólo por haber caído por estos textos, ya es más que suficiente.
Porque, a ver, qué podemos decir? Que Dropkick son célula creadora del mejor pop, de melodías y armonías vocales que por sí mismas son capaces de poner en valor un término como belleza? Que su natural escocés de origen está impregnado en cada uno de sus acordes? Que obviamente será un grupo como Teenage Fanclub, o como Lightships, el que salga a colación al hablar de ellos, pero que de la misma manera pueden hacerlo Beatles y Beach Boys, Honeybus y Squeeze, Posies y Fountains of Wayne, Elliott Smith y Jayhawks…? Que elevan el pop a la categoría de hecho de descomunal presencia, de beatífica belleza en tiempo de inocencia perdida, de superlativo gozo en mitad de una jodida semana?
Pues la verdad, no son más que palabras sobrantes, simples quiero y no puedo. El martes, en el Colegio de Abogados de Bilbao, en un set semiacústico, cambiando batería por cajón y percusiones varias, cantando como si lo hicieran sin querer llamar la atención, como si lo suyo fuera un susurro de placer en la oreja, como si el bajo y la guitarra eléctrica tocaran sus notas con el perdón en la boca, sin estridencia alguna, como si quisieran soplar a los presentes para contagiar la nostálgica tristeza otoñal de sus tierras escocesas, demostraron también ser capaces de hacer brotar la sonrisa asociada al sol. Si el día anterior en Donosti habían acariciado un Cruel to be kind, aquí suavizaban un Listen to her heart de Petty para poner en perspectiva un grupo de canciones centradas en su más reciente disco, Homeward, pero yendo hasta su primer trabajo en 2001, con un Dog and cat que reconocieron como la primera canción que compusieron, allá por 1998, cuando los hermanos Taylor, Andrew y Alastair, juntaron sus guitarras con las teclas de Ian Grier para dar origen al primer núcleo, hoy asentado junto al bajo de Scott Tobin y la batería de Mike Foy. Y realmente, destacar la belleza de piezas como Halfway round again, Figure it out, la deliciosa armónica de Rainbows, Will you still be coming back (con anécdota de su anterior concierto privado en Portugalete hace años), Where I’m from, Nowhere girl o esa inyección de positivismo de la literal Good vibes, no deja de ser una redundancia con resultados imposibles.
Háganse el favor ustedes mismos, y escúchenlos por su cuenta, ahora que han publicado un recopilatorio, Good Vibes, The Dropkick Songbook, Vol.1, regrabando alguna de sus mejores piezas, o no les dejen escapar si les cuadra alguna de estas fechas. Y luego nos cuentan.
+ Jueves, 16/10 – Valencia (Loco Club)
+ Viernes, 17/10 – Madrid (Fotomatón)
+ Sábado, 18/10 – Palma (La Movida)
*Compra sus discos a través de su web o de Rock Indiana
Suena la corriente: "Good Vibes" - Dropkick
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