* Fotos: Eneko García Ureta - Rock in Focus
Siempre he pensado que las botas sueltas de Casey Laforet en medio del escenario son fiel reflejo de lo que acontece sobre las tablas. Una banda que nada tiene que esconder porque todo está en cada una de sus canciones. Pequeñas odas de entre tres y cinco minutos, sí, como todas, pero dotadas de un alma especial, entre el pasado y el futuro, capaz de rasgar donde otras sólo rozan. (...)
Unas botas dejando unos pies descalzos y unas notas encauzadas.
Siempre he pensado que las botas sueltas de Casey Laforet en medio del escenario son fiel reflejo de lo que acontece sobre las tablas. Una banda que nada tiene que esconder porque todo está en cada una de sus canciones. Pequeñas odas de entre tres y cinco minutos, sí, como todas, pero dotadas de un alma especial, entre el pasado y el futuro, capaz de rasgar donde otras sólo rozan. (...)
Unas botas dejando unos pies descalzos y unas notas encauzadas.
Cierto que Elliott Brood por estos lares no tendrán las consideraciones que alcanzan en su natal Canadá, y cierto que duele, y mucho, observar el escaso aforo que se acercó a presenciar el bolo del sábado pasado. No vale que ya pudimos verlos hace unas semanas en el BBK Live, que allí apenas nadie se acercaba por ellos. No vale que el año pasado ya dieron un gran concierto presentando su anterior Days into years, que llegaban con el estupendo Work and Love bajo el brazo. Vale que los que pudimos estar volvimos a disfrutar de una banda en pleno estado de forma, alcanzando su madurez en el momento actual, sin saber si seguirán subiendo peldaños o comenzarán el descenso, pero disfrutada en el momento en que tiene que ser.
Y sí, Work and Love vuelve a contener un puñado de canciones, nueve esta vez, con alguna de esas características que las hacen tan especiales. Quien me hable de bandas de estadio capaces de conseguir himnos de multitudes desde el folk y el rock más acústico, quien me hable de Mumford and Sons, y quien me compare ambas cosas con Elliott Brood, que no me dirija la palabra de frente. Donde allí hay buenas bebidas pasadas por coladeros, aquí nos encontramos con canciones que naciendo de la tradición del folk de cuneta y narración, del country de horizontes, empalman directamente con el rock’n’roll que destilaron los pioneros para que fuera estrujado por un puñado de poetas armados con guitarras eléctricas. Pocas veces han sonado tan rock, pocas veces han sonado tan de estadio, con estribillos de himno, pocas veces han vuelto sus ojos a mirar al futuro sin olvidar la nostalgia del pasado. Mark Sasso, Casey Laforet y Stephen Pitkin, acompañados en la grabación del pedal steel de Aaron Goldstein (también presente en el concierto del Azkena, y pocos días antes acompañando en su gira peninsular al cowboy cósmico Daniel Romano), del bajo de John Dinsmore en la pulsión casi pop de Each Other’s Kids, dando un descanso a los pedales de Laforet, y de las trompetas de Micahel Louis Johnson, especialmente en un Mission Bell con los sabores del desierto y las alambradas de la frontera. Y entre los banjos y voces quebradas que comienzan Nothing left para mutar en country-rock de grasas corales, encuentras la pura intensidad eléctrica y arrastrada de Little Ones (de nuevo el sueño de lo que fuimos y no volveremos a ser, de nuevo la tristeza teñida de nostalgia) o de Tired, con una emoción enfrentando al cansancio vital, los aires vals de Taken y la sencillez pop de Jigsaw Hearts, una canción que podría abrirles más puertas de las que ellos mismos pudieran esperar, o ese delicioso final, End of the day, que uno solo quiere cantar a coro con los amigos en el bar tras una jornada de trabajo, bailar con los niños en el parque antes de una cena y susurrar a Ella en el oído antes de fundir nuestros cuerpos.
Y sí, casi todo Work and Love se pasea por el directo, picando en pasados gloriosos como The Bridge o la triste profundidad de 31 years, llevada a abismos insospechados con una pedal steel que engrandece cada tonada, hasta que llegan dos joyas como Northern Air y un If I get old que algún día futuro hará a Neil Young levanterse de su tumba. Y como marca de la casa, la invitación al abrazo que supone Miss you now, toda una celebración.
Como ellos.
Suena la corriente: "Little Ones" - Elliott Brood
No pude ir al show de Madrid, pero coincido en que están confirmando lo que llevan apuntando años: que son una banda fundamental, si no en seguidores, si en estilo, actitud y cancionero. Cierto es que aunque este ultimo album me parece soberbio, tambien pienso que no lo es tanto como el anterior, su verdadera obra maestra en mi opinion. Pero es bonito tener a una banda pequeña como está conviviendo contigo y haberlos visto crecer show a show. Un must ahora mismo.
ResponderEliminarPues tú o has dicho, son fundamentales ahora mismo. Work and Love me parece un enorme disco de celebración, Days into years era pura emoción. Y eso, amigo, vale mucho.
EliminarUn abrazo.
Maravilloso el concierto. Espectacular. Se lo dije a Mark y Casey, tipos humildes, cercanos y muy agradecidos, a pesar de la poca gente.
ResponderEliminarY el álbum es una gozada en si.
Es lo mejor que he escuchado en mucho tiempo. Desde Israel Nash.
Pues sí, charlar con ellos tras el bolo es una auténtica delicia, cercanos y honestos.
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