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El eterno dilema de los discos dobles. Si serán capaces de mantener el atractivo, la atención del oyente, su supuesta capacidad de magia durante todo su minutaje. Bien, Down where the spirit meets the bone es doble, si hablamos de la edición cd. Si nos vamos al vinilo, nos encontramos con nada menos que un disco triple. Sí, son casi dos horas de la, hoy por hoy, gran dama del rock. A secas. Sin necesidad de añadirle a la palabra rock adjetivo alguno. (...)
Y bien, casi dos horas que merecen la pena? Como nos gusta, hemos dejado reposar el disco, sin atrabiliarias precipitaciones ni presiones urgentes, las más de las veces inventadas por nuestra imaginación. Aquí nadie nos pide cuentas, así que las damos cuando nos place. Y sí, desde luego que merecen la pena, si de lo que se trata es de reencontrar las características de una artista que es capaz de engarzar canciones con melodía, alma, energía, sentido, lírica y caricia casi como si la cosa no fuera con ella. Si buscamos una vía de entrada para un neófito en Lucinda Williams, seguiremos hablando de Car wheels on a gravel road (1998) o Essence (2001) para, a partir de ahí, balancearse hacia atrás y hacia adelante de una carrera que, aquí sí, apenas tiene tropezones.

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A ver, el resto del disco sigue mereciendo la pena. Desde ese inicio en la acústica Compassion, musicando un poema de su padre poeta y dando nombre al disco, los sonidos de puro Petty (del maravilloso disco de Petty que hubiera sido éste si no existiera Williams) de Protection, la chulería country-blues de West Memphis, la humedad pantanosa y funk de Something wicked this way comes, el lacrimoso fin de fiesta de instituto en la década de los 50 de Big Mess, el pop con el brillo melancólico de tiempos pasados y aire soul de un When I look at the world por el que de nuevo hubiera asaltado Springsteen, ese power-pop prístino y limpio con hebras de country de Walk on, o el soul de Temporary Nature, la nocturnidad de One more day, rock de luna y estrellas, de oscuridad y nubes, o ese final abrazo a J.J. Cale en Magnolia, que, en mi caso particular, ni chirría y siento como propio.
Esa sección rítmica habitual de Costello formada por Pete Thomas y Davey Faragher sabe a eso, a ritmo, la producción y dirección guitarrística de un estajanovista como Greg Leisz dirige a nombres que van de Tony Joe White a Doug Pettibone o a las teclas de Ian McLagan, y la voz de Lucinda Williams empapa el primer surco y suaviza, acaricia, lija y remueve hasta el último.
Y uno sigue pensando que merece la pena, y mucho. Y entrando de nuevo, y en bucle, en la secuencia de marras. En la secuencia del disco.
Suena la corriente: "Stand right by each other" - Lucinda Williams
Suena la corriente: "Stand right by each other" - Lucinda Williams
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