Irte de putas con Bobby. Fumar con Bobby. Beber con Bobby. Drogarte con Bobby. Soplar con Bobby. Y tocar rock’n’roll con Bobby. Soplar y convertir un saxo en voluptuosidad sureña para epatar al rockerito del norte, o al rockerito del otro lado del charco, para convertir sus canciones en pecados no veniales pero sí gozosos, en lascivos movimientos de cadera.
(Por Josetxo Río Rojo y Jaime G. López "Desperdicios") (...)
(Por Josetxo Río Rojo y Jaime G. López "Desperdicios") (...)
Más Stone que los propios Stones. No serían lo mismo sin sus calientes saxos. No cabe pensar en Can’t you hear me knocking sin su contribución. La primera vez que vio a los Stones tocaban en Texas, y a un vaquero como él le parecían una banda de nenas. Un tejano bohemio que encontró en los Stones el vehículo perfecto para una gran aventura. Músico nada menor, uno de los últimos honkers del rock’n’roll.
No se puede concebir Let it bleed, Sticky Fingers y Exile on Main St. sin él. El saxo de Keys sonará como la lengua de Jagger desde Brown Sugar a Rip this joint. El saxo de Keys emplastará con los riffs de Kizz, y ambos pasarán por los márgenes, por los callejones que huelen a peligro, por la debacle física tras la lucidez mental. Hasta que una cirrosis se lleva a un nuevo sexto Stone. No es el único. Pero es uno de ellos. Es el otro hígado triturado pero apasionado.
1982. Estadio Vicente Calderón. Madrid. Calor. Fuego. Agua. Diluvio. Y Under my thumb para debutar en Madrid. Los que allí estuvimos convertimos aquel recuerdo en algo místico, en algo mítico. Mick Jagger. Keith Richards. Ron Wood. Billy Wyman. Charlie Watts. Ian Stewart. Chuck Leavell. Y Bobby Keys. Siempre ahí, tras su expulsión en el 73. Demasiado Dom Perignon. Pero volvió. Poco a poco, hasta la definitiva en el 81/82. Listo para el diluvio madrileño.
El otro hígado de los Stones. Pero también de Buddy Holly y Bobby Vee, con quienes empezó. Y de Joe Cocker, de George Harrison, de John Lennon, de Ringo Starr, de B.B. King, de Carly Simon, de Dr. John, de Eric Clapton, de Faces, de Warren Zevon, de Jim Carroll…
Cómo no va a ocupar portadas un supuesto secundario.
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