Puede que alguien se empeñe en recordar una fecha que marca el año pasado, 2014, aunque bien cerca de la frontera. Puede ser que esas ediciones al límite entorpezcan de muchas maneras los reconocimientos que un disco debería merecer. Pero es seguro que ni fecha ni reconocimientos particulares cambian el sentido de un disco como Hamsterdam. Por mucho que un término como atemporal se use en más ocasiones de las que se debería, en este caso adquiere todo su sentido, todo su significado. (...)
Uno siente incluso cierto pudor creyendo que puede escribir algo sobre el nuevo trabajo de PIGMY. No porque no lo merezca, sino porque su singularidad, y sobre todo su grandeza, puede hacer que una simple revisión del mismo en una cuartilla sea poco menos que una afrenta. Pero la mera posibilidad de que una persona se acerque a esta obra total tras leer esto creo que bien merece la osadía.
Pero es que todo es único en Hamsterdam, el último trabajo de Vicente Macià, quien fuera guitarra, voz y alma de los barceloneses Carrots. Como ya apuntaba en Miniaturas, su primer disco bajo el alias de PIGMY, lo suyo es una cercanía carnal y espiritual con el pop, en cualquiera de sus muchas facetas y aristas, más allá de lo que se vislumbrara en Carrots. Avisados estábamos, pero Hamsterdam supera en sí mismo toda expectativa. Son casi siete años de creación, de reflexión, de asentar las bases de un proyecto que va mucho más allá de un simple disco. Es toda una historia en la que la metáfora y la fábula crean un mundo que puede ser este o cualquiera imaginado, pero apto como instrumento de análisis de lo que somos, nos creemos que somos o queremos ser, los animales racionales que lo habitamos. Una obra conceptual en toda la extensión de este término, en la que la humanización y racionalización de un pequeño ratón, la creación de toda una ciudad, Hamsterdam, el desarrollo de un argumento con una línea vital clara, enfrenta al ratón, trasunto del propio Macià, con sus demonios y ángeles, sus infiernos y cielos, sus anhelos y dudas. Una presentación gráfica que sobrepasa de nuevo cualquier expectativa, de la mano de un exquisito Oscar Sanmartín, que ha confeccionado un asombroso diorama (sobre el que podemos indagar en este enlace), para dar consistencia y corporeidad a la fábula creada y contada, anulando cualquier acercamiento al disco que se pretenda hacer desde la vía meramente digital.
Y por si todo esto fuera poco, una exuberancia instrumental fuera de rango, con ausencia total de samplers, con presencia física de pianos y teclas, guitarras y mandolinas, cuerdas y vientos, ya sean melotrones o clavicordios, flautas u oboes, alma y espinas, en manos de PIGMY y con la ayuda de un buen número de músicos. Y todo ello al servicio de un pop que se mece entre el barroco y la psicodelia, la melodía y las armonías, la belleza y la incomodidad, el sueño y la vigilia, la conmoción y la evocación, la incredulidad y el asombro, Nick Drake y Syd Barrett, Canterbury y Muswell Hill, o incluso Vainica Doble y CRAG…
Entre sobrecogedoras melodías, armonías vocales y pequeños eslabones instrumentales, a lo largo de un disco en el que no dejan de pasar cosas nota tras nota, glosamos el valor conceptual de la obra y nos sentimos incapaces de destacar unas canciones que solo esperan la curiosidad de quien se acerque a ellas.
Que tendrá la sensación de escuchar desde su nacimiento algo que en un futuro se calificará como objeto de culto. Y sí, atemporal.
Y así, el oyente también podrá ser convertido en canción.
*Compra el disco a tu dealer habitual a través de PIGMYSuena la corriente: "Pan y Música" - PIGMY
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