Reconozcamos lo que ya dejamos por escrito hace
unas semanas: que aquel disco de
Hookworms,
The Hum, a caballo entre los dos años, el pasado y el presente, crece escucha a escucha como incordio orgánico de brotes psicodélicos que es. Y muy seguramente no sea del todo correcto comenzar a hablar de
Menace Beach con este planteamiento. (...)
Pero no podemos evitar hacerlo, cuando hemos llegado a ellos husmeando en las deposiciones del parásito estomacal. Y es que actualmente los estudios que posee
MJ, que rompiendo la regla nominativa de Hookworms, atiende como
Matt Johnson, están bien surtidos de bandas con las mejores intenciones en todo cuanto sea trasladar a los surcos los sonidos de la escena actual inglesa. Aunque esos
Suburban Home Studios, sitos en Leeds, acojan en más de una ocasión sonidos que parecieran paridos en otras épocas y latitudes.

Y bien, llegamos por fin a Menace Beach. Y es que tras la producción de MJ, que también en ocasiones actúa como parte de la banda, se encuentra un dúo inquieto,
Ryan Needham y
Liza Violet, ambos habituales en otros nombres y proyectos, como
Komakino o
Department M. Dos nombres de una escena independiente en Leeds que les lleva a agruparse con gente de
Sky Larkin,
You Animals o los bien ponderados Hookworms para crear esta especie de supergrupo menor, de supergrupo de acción underground e ínfulas comerciales. Pero partiendo del doble corazón de Needham y Violet tratan de reflejar la época que seguramente trastocó todos sus planes de vida, en este caso los 90. Y es que Menace Beach pueden parecer como unos absolutos reponedores de sensaciones noventeras, las más de las ocasiones de origen americano, pero sin olvidar andanzas británicas. Que escuchando canciones como
Come on give up,
Elastic o
Drop outs uno no pueda dejar de pensar en
Superchunk, en
Dinosaur Jr, en
Yo La Tengo o en los omnipresentes en tantas melodías actuales
Pavement, o canciones como
Blue eye o
Dig it up te lleven directamente a los
My Bloody Valentine de
Loveless o a los vuelos de
Slowdive, no desmerece ni un ápice la calidad de esas canciones. La calidad y el poder melódico, porque Menace Beach son capaces de engarzar todos esos sonidos distorsionados, escabrosos, con melodías de puro pop, de chicle pegajoso, recordando incluso los juegos entre Needham y Violet a los que en un principio alimentaron el tándem
Francis/Deal. Así,
Tennis court puede tener destellos de quebradizo pop o
Tastes like medicine las armonías del mejor pop-punk centradas y nacidas en un estribillo arrebatador.
Una vez más, las vistas vueltas a otras épocas. Pero una vez más, con la fuerza del punk, la belleza del pop y la personalidad de quien tiene algo que decir y decide no callárselo. Tampoco es necesario mucho más.
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