Pues no, no parece que tengamos que pedir a cada disco que cae en nuestro reproductor que nos cambie la vida, que sea capaz de cuestionarnos todo lo escuchado anteriormente, que suponga un antes y un después en nuestra concepción de los sonidos y los efectos que éstos puedan llegar a producirnos. Un disco tiene derecho a aspirar a muy poco. Y a la vez, a hacerlo de manera maravillosa. (...)
Repasando alguna de las consideraciones que sobre Buffalo Killers hemos hecho navegando en estas aguas, podemos recuperar el comentario que dejamos cuando revisamos su disco del año pasado, Heavy Reverie, sobre aquello de que quien fuera buscando grandes cambios no iba a encontrar allí la preciada novedad que en su caso persiguiera. Y también nos damos cuenta de que en estas aguas les hemos tenido ley, desde que elegimos su tercer trabajo, 3, como parte de lo mejor de la cosecha de 2011. Buffalo Killers fueron desde aquel momento tornando sus miras más allá del rock sureño de sus inicios, hasta llegar a los halos psicodélicos y los arañazos power-pop que, habiendo ya estado apuntados, campan a sus anchas desde entonces. Si revisamos esas crónicas, nombres como Crazy Horse, Redd Kross, Big Star, Matthew Sweet, The Posies, Dinosaur Jr., Buffalo Tom… han ido apareciendo con continuidad, pero también Led Zeppelin o Allman Brothers.
Bien, dejando constancia de todo esto, nos metemos en las veredas que plantea Andy Gabbard, uno de los hermanos cazadores de búfalos, en su disco de debut en solitario, Fluff. Publicado por la misma compañía que su banda madre. Sin cuestionarnos de ninguna manera el devenir de la música, pero dejando claro su respeto y amor por patrones y nombres clásicos. Y repitiendo una vez más todos y cada uno de esos nombres con que prestigiábamos crónicas anteriores. O dicho de otra manera: nada hay que desentone y que no hubiera podido formar parte de un disco de los Buffalo. Y Fluff se escucha con elegancia, se disfruta con sus ritmos arrastrados, con esa sensación de pesadez que sin embargo fluye de la que han sido maestros, y por lo visto, siguen siéndolo. Vamos, que Fluff podría haber venido firmado por Buffalo Killers en lugar de por Andy Gabbard.
Así que habrá que entender éste como una válvula de escape del cantante y guitarrista. Que para la ocasión, ha compuesto todas las canciones, ha tocado todos los instrumentos, los ha grabado en un estudio en una sesión única de sólo doce horas (señores, que son doce canciones!), ha diseñado la presentación gráfica del disco y lo ha firmado. Así, como si lo que quisiera fuera simplemente dar salida a un supuesto excedente de canciones que portara en su regazo. Y bien, escuchando canciones como ese Octoman que es puro pop de ribetes psicodélicos, que hubiera hecho feliz a los Beatles, o LYSM, que hubieran entonado armoniosos Teenage Fanclub, o un More que hubiera entrado sin ayuda de calzador en los surcos del Dinosaurio de J Mascis etapa Where you been, o esa acústica inicial de Look not sound llevando el peso de toda la composición, uno cae en la cuenta de que tampoco podemos decir que sean canciones descartes, que Gabbard tuviera ahí casi olvidadas.
Así que no queda otra más que disfrutarlo, una vez más, sin hacernos más preguntas.
Que para eso está, eso sí lo sabemos.
Dice la promo: Modern Grunge Fuzz Pop with 60's aura
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