Quien pudiera creer que Simon Joyner es uno de esos nuevos cantautores folk que publica su disco a la sombra que puede cobijar ahora un sello como Woodsist, vía de expresión propia de la banda de Brooklyn Woods, está bastante equivocado. No necesita el de Nebraska sello de supuestas minorías, aunque eso sí, la confluencia entre ambos es perfecta por espíritu y por búsqueda de un corazón que supuestamente late a lo largo de su país. (...)
Simon Joyner lleva ya una carrera larga, con más de una decena de álbumes a su cuenta, siendo referenciado como clara influencia por no pocas voces de eso llamado americana. Pero mantiene una personalidad tan propia que entiende la realización personal entre los miembros de su familia, o no muy lejos de ella. La música es un elemento casi particular, casi íntimo, que le permite interactuar con su entorno, pero no un objetivo ni un medio para fama y voluptuosidades comerciales. Si él lo acepta, mejor así, y nosotros que nos lo quedemos, que lo disfrutemos sin mayores concesiones. Simplemente con la desarmante capacidad de dar en la diana a base de melodías y letras. Simplemente con el estupefacto recibimiento que podemos hacer a alguien que nos lleva tan directamente a la esencia de Townes Van Zandt que uno dudaría si el de Texas no anda enredando entre tanta maravilla desde el más allá. O que no tiene el más mínimo inconveniente en incorporar las venas abiertas por gente como Reed, Dylan o Cohen.
Y ese dulcísimo comienzo acústico de Sonny ya esconde verdades que uno podría no esperar. Avanzado el tema, unas eléctricas rompen una placidez que ya había comenzado a resquebrajarse desde la primera frase: First you sing about drugs, then you sing about death, but you wanted to sing of love, with your last breath. Es imposible no caer absolutamente subyugado ante una declaración como la apuntada, máxime cuando un par de canciones después puedes sumergirte en el embriagador abrazo amoroso de You got under my skin. Y vas entendiendo que la partida tiene nombre ganador porque el que echa las cartas juega en su casa y además no quiere salir a calentar otros salones. Su magia es tan casera, a pesar de acompañamientos acústicos, eléctricos, slides, armónicas, violines, pianos, que puede pasar del minimalismo estructural al pellizco doloroso del latigazo emocional, al descenso feliz a la sima de la música nacida desde dentro y acariciada en proximidad, como si hubiera miedo a perderla con la expansión.
Y sin embargo, disco a disco, canción a canción, Simon Joyner lleva la imparable marca de la captación de adeptos vía boca a boca, vía emoción a emoción, vía el gusto de poder compartir un trocito de belleza, por dura que sea. De sentirlo y disfrutarlo.
Eso, y sólo eso, es lo único que uno desea mientras no para de sonar este Grass, Branch & Bone. Que alguien te diga, tú también?
Suena la corriente: "You got under my skin" - Simon Joyner
Buscando cosas que se me habían pasado del 2015, me encuentro esta joya.
ResponderEliminarGracias.
Pues cómo me alegro, porque tú lo has descrito. Una joya...
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