De la misma manera que llevan a gala su procedencia y origen basado en Nashville, con mapa de la ciudad incluido en la portada de su disco debut de hace un par de años, y sin embargo, se largan sin ningún problema a grabar buena parte de este segundo trabajo a Nueva York, a los estudios Black Dirt de Jason Meagher, su música también gira de un punto a otro, sin abandonar el espíritu que pueda unir a ambos. (...)
La cuestión está en saber captar esos ánimos comunes, esos caminos todos nacidos de la tradición pero originados en diferentes lugares. Porque si no rascas y te quedas en la superficie, te perderás buena parte de lo que hace a Promised Land Sound una de las bandas más magnéticamente atractivas de los últimos años. Si uno comienza la escucha de Push and Pull (All the time), en seguida intuye los ecos a country-rock basado en la tierra y los vientos cabalgados, pisados y soplados por los Grateful Dead más vaqueros, con cierto tamiz a unos Green on Red recuperando esencias. Vale, la primera parte de la canción, sí. Si continúa con esa maravilla que es She takes me there, se balancea por entre el pop de susurro sesentero, de una u otra costa americana, puro folk-rock con guiños a unos Byrds omnipresentes. Vale, la primera parte de la canción, sí. Si los ritmos y voces que empapan de alcohol Otherworldly Pleasures no pueden evitar ser deudores del mejor Bob Dylan, habremos de escuchar también la segunda parte de la canción. Porque en casi todas ellas, los apuntes clasicistas derivan en devaneos más que considerables con la esencia de la psicodelia. Aquella que ensanchaba las capacidades volitivas de la música para expandir conceptos e ideas. Cada una de sus canciones consolida varios apuntes genéricos sin resultar un retazo, sino manteniendo un todo.
De la misma manera que el disco es un todo aunque pareciera que tiene una primera parte diferenciada de la segunda. Esos sonidos apuntados anteriormente se complementan con joyas como ese instrumental Dialogue, donde la guitarra del invitado Steve Gunn se apropia del alma del disco. Pero es que la propia presencia de Gunn es más que meramente anecdótica, al fin y al cabo productor y estudio neoyorquino nombrado tienen mucho que decir en los últimos trabajos del guitarrista. Pero es que en la segunda parte del disco, la que abre la trepidante Goden Child, es el alma más garage y salvaje de Promised Land Sound el que toma los surcos, arañando recuerdos a los gloriosos Nuggets tanto como a gruñidos propios de Wooden Shjips. Y todo para terminar con dos glorias oníricas como Northern Country Scene y Within Sight, demostrando que los Beatles comenzaron a expandir mentes mucho antes que muchos.
Ese es el increíble valor de unos hermanos Joe y Evan Scala junto a Sean Thompson, a los que se unen para la ocasión Peter Stringer-Hye procedente de The Paperhead y Mitch Jones, de Fly Golden Eagle. Que suena a banda cohesionada por los años aunque sean jóvenes y varíen de alineación. Que suenan a pura tradición americana aunque sean capaces de tocar en muchas puertas y avanzar por múltiples caminos. Que se les intuye naturales y cercanos a pesar de un nombre de connotaciones tan épicas como el que manejan.
En definitiva, que son aún una banda en sus comienzos capaz de haber grabado dos discos imprescindibles, y convertir este For use and delight en más que serio candidato a lo mejor del año.
Suena la corriente: "She takes me there" - Promised Land Sound
Llevo unos 15 días escuchándolo, me lo recomendó Jesús del Cierzo, es una gozada. Lo clavas. Abrazo.
ResponderEliminarBuf, me tiene absorbido completamente. Tremendo
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