Han pasado varios meses desde su lectura y uno asume que la urgencia de la actualidad no debe ir asociada a las notas, las imágenes, las letras. Por más que acaso sus autores no aprecien esta máxima. Pero es seguro que Fernando Navarro, creador en esta su primera novela, del personaje de Marta, debe aceptar de buen gusto esa ausencia de actualidad. Al fin y al cabo, la relación entre Javi y Marta tampoco se basa en urgencias, ni siquiera adolescentes o juveniles, y empapa el tiempo transcurrido entre gotas de lluvia, canciones, veranos, trabajos, holas y adioses… en definitiva, entre vidas distintas. (...)
Pero han pasado varios meses y la figura creada, el personaje de Marta, sigue siendo recordado, añorado, imaginado, por el lector. Más allá de la identificación que uno pueda sentir por Javi, es ella la que ilumina los trasiegos musicales que muchos alguna vez hemos cruzado para llegar a alguien. Porque Martha. Música para el recuerdo, es simplemente un homenaje a las canciones entendidas como tales. Unos minutos capaces de concretar unas vidas, unos segundos capaces de marcar destinos, unos instantes capaces de alegrar futuros o descomponer definitivamente ilusiones. Todos aquellos que hemos jugado alguna vez con las canciones, que las hemos grabado, que las hemos regalado, que las hemos usado, lo entendemos. Porque han sido nuestras.
Y la novela, casi un texto de alma juvenil en buena parte de su desarrollo, las ofrece como asideros necesarios. Porque bien podría haber comenzado con las últimas tres palabra de la misma, que rondan continuamente la lectura, y haber finalizado con el primer párrafo que ocupa la primera página. Muchos lo hubiéramos deseado.
Pero seguramente, hubiera distraído el objeto de deseo. Porque seguramente no sea éste Marta como persona física. Sino Marta como espejo de lo que no hemos llegado a ser, Marta como sinónimo de nuestro fracaso, Marta como tenaza de nuestros miedos, Marta como bestia a la que enfrentar la jodida realidad que nos ha tocado vivir, este no future tan negro que es presente. Sí, pero también Marta como encarnación de una música, unas canciones, que no sólo nos sirven como bálsamo, sino como medida vital.
Sabemos que nos dan vida. Y que nos unen con el autor y con otros lectores.
Al menos, tenemos eso.
Suena la corriente: "Martha" - Tom Waits
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