Celebrábamos hace unos días el cuarto de siglo de la tienda de discos Power Records, y lo hacíamos con música en directo. Unos días antes había sido el turno del décimo aniversario del sello Hanky Panky Records, y se celebraba con música en directo. Un guarismo algo más modesto en cantidad, pero igual de disfrutable en calidad. Y hacíamos lo propio esta semana con el también décimo aniversario de la sala Fever, cómo no, con música. (...)
Tres elementos diferentes, una tienda de discos, un sello y una sala, pero tres elementos fundamentales para entender, favorecer y mantener viva la escena de una ciudad. Felicidades a Adrián y compañía, y que sólo sea el principio.
Tres elementos diferentes, una tienda de discos, un sello y una sala, pero tres elementos fundamentales para entender, favorecer y mantener viva la escena de una ciudad. Felicidades a Adrián y compañía, y que sólo sea el principio.
Y evidentemente, música en directo es lo que tenía que haber. Con la apertura a cargo del folk de hechuras atmosféricas de la británica Gemma Ray, acompañada en escena de su acústica y de un batería, y con la fiesta posterior a cargo de unos incendiarios, según cuentan lenguas bien acreditadas, Paniks, era a la Jon Spencer Blues Explosion a quien tocaba soportar el peso de la efeméride. Elección que siempre ha de antojarse más que adecuada. Porque presentaban su último disco, Freedom Tower – No Wave Dance Party 2015, publicado este mismo año y ya navegado en estas aguas. Porque los directos del exPussy Galore Jon Spencer suelen ser suficientemente atómicos como para desatar las pulsiones instintivas propias de la fiesta. Y porque se sigue sin olvidar la especial relación que mantiene con el público bilbaíno desde hace años, intensa y bidireccional.
Así que viendo a las guitarras desbocadas de Jon Spencer y Judah Bauer, junto a los parches de Russell Simins, arrejuntados en su apenas un tercio del escenario, como suelen hacer, siempre agrupados, siempre cercanos entre ellos, como si de unos Crazy Horse atacados por picaduras de un enjambre de tábanos se tratara, da comienzo su descarga rítmica, al latigazo irrefrenable que cae sobre tus espaldas. Pesados y contundentes, industrialmente bailables, como si la electrónica hubiera derivado hacia el rock y éste hacia el ruidismo, sin fisuras ni parones entre canciones, con proyecciones de vídeo que lo mismo eran exaltación de la pura serie Z que de una aventurada impresión de haber visto a Lou Reed, Spencer como predicador agnóstico, theremin en mano para socavar las fortalezas del alma, escapando de los aires excesivos entre el funk y el hip hop del Freedon Tower (que tiene momentos en que uno cree escuchar hasta a Red Hot Chili Peppers, jesús!) para encumbrar hostiones como Born Bad o Wax Dummy, o escupitajos ya clásicos como Bellbottoms…
Sí, todo eso, pero con una extraña sensación, por inusual en ellos, de comedimiento, de andar regulando, de no querer explotar hasta los bises, de cierta sensación de piloto automático. Algo que sería hasta normal en otros, pero que tratándose de ellos, los reyes del latigazo rítmico, resulta más destacable. Que, como supimos luego, Judah Bauer sufriera poco antes de salir al escenario una crisis asmática que le obligó a ser tratado con oxígeno y que ha hecho que suspendan varias fechas de la gira, Barcelona incluida, puede ser una explicación a lo sentido. Que quien blande una espada no puede estar permanentemente en los mismos y más altos niveles de adrenalina, puede ser otra. El hecho, igualmente inusual tratándose de la JSBX, de que al final del concierto hubiera disparidad de opiniones entre los oyentes, y no la habitual unanimidad tras el sopapo de contundencia sónica, da fe de que algo pasaba.
Y sin embargo, incluso a medio gas, la efectividad de estos tres majaras está muy por encima de cientos de otras bandas.
Por eso son un valor (casi) seguro.
Suena la corriente: "Funeral" - The Jon Spencer Blues Explosion
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