* Publicado originalmente en Ruta 66 nº 330 - Octubre 2015
Hay cosas que nacen sin trampa ni cartón. Veraces y pétreas, su esencia no será la de cambiar líneas vitales ni el devenir de la historia, pero sí dejar constancia del paso por la misma. (...)
Comenzar el disco con Lie for today es hacerlo a golpe de guitarra y melodía simple pero arrebatadora, de aquellas que nombres como The Romantics elevaron a sudorosas demostraciones de amor, y ritmos como los de Paul Collins asentaron como base fundacional de un power-pop granítico. Saturday Night Sailor solo necesita reafirmarlo. Rich Rags, el modelo mayor a seguir, ya paseó por callejones y caminos mil
veces pateados por Johnny Thunders y similares, como miembro de The Loyalties.
Ahora, sin abandonar su sombrío Londres, lo ilumina a base de trallazos de rock rítmico que no recela para nada del origen punk que exuda una canción como la que da nombre al disco o la chulería glam que se intuye en cada recoveco, pero que trata de arribar a los espíritus que liberaron Paul Westerberg y compañía.
De eso se trata. De la honestidad y el aguante del corredor de fondo que solo pretende disparar rock’n’roll, aunque suene a nada y a mil cosas a la vez, y que otro lo recoja, sin mayores reflexiones.
Hecho.
Hay cosas que nacen sin trampa ni cartón. Veraces y pétreas, su esencia no será la de cambiar líneas vitales ni el devenir de la historia, pero sí dejar constancia del paso por la misma. (...)
Comenzar el disco con Lie for today es hacerlo a golpe de guitarra y melodía simple pero arrebatadora, de aquellas que nombres como The Romantics elevaron a sudorosas demostraciones de amor, y ritmos como los de Paul Collins asentaron como base fundacional de un power-pop granítico. Saturday Night Sailor solo necesita reafirmarlo. Rich Rags, el modelo mayor a seguir, ya paseó por callejones y caminos mil
veces pateados por Johnny Thunders y similares, como miembro de The Loyalties.Ahora, sin abandonar su sombrío Londres, lo ilumina a base de trallazos de rock rítmico que no recela para nada del origen punk que exuda una canción como la que da nombre al disco o la chulería glam que se intuye en cada recoveco, pero que trata de arribar a los espíritus que liberaron Paul Westerberg y compañía.
De eso se trata. De la honestidad y el aguante del corredor de fondo que solo pretende disparar rock’n’roll, aunque suene a nada y a mil cosas a la vez, y que otro lo recoja, sin mayores reflexiones.
Hecho.
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