Pocas dudas debería haber (ninguna?) sobre la calidad (por
sí mismos, sin necesidad de comparar con el entorno) de los dos últimos discos
firmados a su nombre. Son La vida es extraña y rara y Saint-Malo dos obras
llenas de jugosos artefactos pop que no olvidan su raíz rock y capaces de
introducirte en un mundo lírico tan propio como en ocasiones cercano a la
ensoñación mental. Y pocas dudas debería haber (de nuevo ninguna?) acerca de lo
que significaron en su momento dos bandas como Surfin’ Bichos y Chucho, (...)
puntales o puentes entre una tradición que del rock’n’roll con ascendencia punk llevaba directamente a la incipiente escena independiente nacional. Pero se dude o no se dude, se discuta o no se discuta, no somos pocos los que consideramos la figura de Fernando Alfaro esencial en el devenir de las últimas décadas del pop de aquí y un artista muy a tener en cuenta no solo por su música sino también por un discurso y unas ideas con sustancia.
puntales o puentes entre una tradición que del rock’n’roll con ascendencia punk llevaba directamente a la incipiente escena independiente nacional. Pero se dude o no se dude, se discuta o no se discuta, no somos pocos los que consideramos la figura de Fernando Alfaro esencial en el devenir de las últimas décadas del pop de aquí y un artista muy a tener en cuenta no solo por su música sino también por un discurso y unas ideas con sustancia.
Pero si a todo eso unimos que su estado de forma actual, en
voz y prestancia escénica, es perfecto y que el bolo que dio el sábado en la
Sala Fever fue simplemente soberbio, se entiende menos, o nada, que no fuera el
centro de atracción de una nutrida parroquia. En fin, queda que quienes
estuvimos frente al escenario damos fe de lo conseguido por tres músicos y con un ramillete de canciones mayores. Un escenario que fue tomado en primer lugar por
la banda de Getxo Monos, que cumplieron a la perfección con las directrices propias de la apertura, caldeando guitarras cortantes llevadas en volandas por el bajo, con canciones
opacas y angostas pero llenas de filamentos en los que agarrarse, y con aires a
desiertos sin horizontes o surrealistas encuentros con Hendrix. Lo grato fue que
confirmaban en directo las buenas sensaciones que nos causó su último trabajo y
de las que ya dimos cuenta hace meses.
Y después, en formato trío, un Fernando Alfaro sin miedo al
riesgo comenzaba su set con una de esas canciones capaces de marcar una carrera
si la medimos desde la sensibilidad, pero aparentemente tan complicada como
para abrir un concierto. Y sin embargo, seguramente la esencia de Extintor de
Infiernos encaja perfectamente en ese principio que ya deja claro su
particularidad, pero que inicia esa especia de reflexión sobre el paso del tiempo que suponen algunas de sus últimas y mejores composiciones, como
Arrancando las vías o Tempus Fugit. En ellas y su último disco basa el
concierto, sembrando desde la urgencia punk de Se aniquila piso a la en directo
mucho más cortante El ascensor de Herodes. Y entre todas ellas, va ofreciendo
pequeñas píldoras de lo que fue aquel tiempo, pero aprovechando para dejar
meridianamente claro algún presupuesto. Mi hermano carnal fue el primer corte
de Surfin’ Bichos que sonó en la noche y Alfaro, como queriendo marcar
distancias propias, advirtió que no nos equivoquemos, que los buenos tiempos
son los de ahora, no los de antes. Es ese asumir lo que somos actualmente, o lo
que él es, el que nos debe llevar al pasado con la perspectiva necesaria. Y
cierto que escuchar en directo Rifle de repetición, El detonador EMX-3, Comida
china y subfusiles, La mente del monstruo y Fuerte!, estas tres últimas como
excelente, ruidista y eléctrico bis, o el regalo extra que ofreció con la
bailable Magic, reivindica como merece sus dos aventuras grupales, pero el gozo
es saber que su presente es luminoso y deslumbrante, que la rítmica de su
guitarra no le ha abandonado, que los punteos son certeros, precisos y justos,
que sus acompañantes lucen con soberbia su sección de ritmo, que su voz continúa con su
eterno fraseo susurrante y que canciones como Saariselkä Stroll, Camisa hawaina
de fuerza o Velero son capaces de pasar del dulce pop al arañazo eléctrico.
Y que efectivamente, lo mejor está aún por vivirse.
Suena la corriente: "Velero" - Fernando Alfaro
Jaaay que envidia. Yo me lo perdí en Barcelona por circunstancias de p. trabajo. De esos día que se alinean los astro para que todo se vaya al carajo; menos mal que esto solo me pasa los años visiestos.
ResponderEliminarCon tu crónica no se si me quedo en paz o con la bilis bombeando. Ya lo he visto un montón de veces, pero esta me hacia especial ilusión. Su último disco es demoledor y anuda perfectamente con su pasado. A ver si con el nuevo disco de Chucho de este año tengo mejor suerte.
Un saludo!!
Pues sí, ahí andamos todos, esperando a ver qué tal ese nuevo Chucho, y disfrutando lo de ahora. Es ese antes y después el bueno.
EliminarAbrazo!