El año pasado se publicó un delicioso disco, de nombre Don’t weigh down the light, lleno de canciones de corte folk, íntimo, con las suficientes gotas de aquella psicodelia que alegraba los cantos de la década de los 60. Un disco que pasó más desapercibido de lo que merecía, seguramente por ir contra la corriente imperante. Incluso desde este Río, aunque sembramos alabanzas hacia él en redes sociales, dejamos escapar la marea y no le dimos el espacio que hubiera sido adecuado. Un disco firmado por la cantante Meg Baird. (...)
Ahora, comienza uno a escuchar la canción que abre el disco de debut de Heron Oblivion, y por un momento, esa voz de Baird volviendo al primer plano, la suave calidez que transmite y el ambiente que crea podría hacernos pensar que la cabalgada va por los mismos derroteros. Pero no, en la segunda parte de los casi ocho minutos que dura Beneath Fields, la electricidad distorsionada, el arañazo de una guitarra eléctrica llevada a la torsión dañina, aboca a la composición a algo más que una simple nana, por más que su espíritu no desaparezca. Por más que integre varias almas.
Heron Oblivion - by Alissa Anderson - from www.subpop.com |
Y en eso mismo se centra Heron Oblivion, devolviendo a su San Francisco a aquellos mediados de los 60, en los que la nube del humo beatífico y la química juguetona eran materia gris apta para crear las más deliciosas letanías. Así uno escucha aquí los jolgorios creados por la Jefferson Airplane, suavizados por un lado por el folk de estirpe Fairport Convention, por cruzar el charco, y explosionados por el otro por la herrumbre mastodóntica que desprendían los momentos más ponzoñosos de Neil Young junto a Crazy Horse. Siete canciones que son capaces de saltar del susurro al desbarre eléctrico lleno de feedback, de sangre en las pantallas de los amplificadores, de corazón desbocado y química lisérgica, de una suite de más de diez minutos como Rama, capaz de volar cabezas, espíritus y almas, de un oscuro after-punk como Faro, que suelta sus arreos al cuello de unos también recién renovados The Drones, de un disco que, en cualquier caso, hubieran firmado Young y el Caballo Loco si hubieran tenido la vis femenina que siempre se intuyó en su voz.
Y ojo, porque puestos a buscar similitudes o añoranzas, no se me niegue que canciones como Sudden Lament o parte de Your Hollows podían haber encajado como un guante en el último disco de los donostiarras Frank. Hilos inesperados y encantadores.
Y al igual que el viaje mental que profesan, el disco crece y crece hasta alcanzar muchas millas de altura. Como los clásicos.
Suena la corriente: "Oriar" - Heron Oblivion
Es verdad, hay una curiosa conexión con Frank. Me gustan. Lo quiero oir profundamente. Abrazos.
ResponderEliminarNo te vas a arrepentir, niño. Métete en ellos
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