Es evidente que con poco nos vale. Esa explosión de feedback ruidoso con la que comienza el disco y la canción Private Execution, 50 simples segundos que en nuestro caso son suficientes para quedar pegados al asiento desde el que esperamos que comience la descarga. E intuimos que lo que venga nos seguirá dejando pegados. Y no fallamos. Horda ruidista de fondo, atemperada por un recitar a ritmo casi de rap, creciendo en frases lanzadas como puñetazos, hasta llegar al mismo riff sangrante que había abierto la puerta del particular infierno.(...)
Cerrado el riff, prosigue el recitado, el alarido sensato y suave, como siempre ha sido Gareth Liddiard capaz de hacer, de gritar sin soltar decibelios. Cuando eso es lo que quiere. Una ejecución privada que para nosotros puede llegar a valer por todo un disco, mientras efectivamente, el asiento adquiere nuestra forma, y comenzamos a fundirnos en él.
Cerrado el riff, prosigue el recitado, el alarido sensato y suave, como siempre ha sido Gareth Liddiard capaz de hacer, de gritar sin soltar decibelios. Cuando eso es lo que quiere. Una ejecución privada que para nosotros puede llegar a valer por todo un disco, mientras efectivamente, el asiento adquiere nuestra forma, y comenzamos a fundirnos en él.
Es esa siempre excitante sensación de no saber qué vamos a encontrarnos, qué coño pasará una vez doblemos la esquina. Y si una canción como Private Execution se convierte de golpe en razón clara para invertir tiempo, ansiedad y vísceras en un nuevo disco de The Drones, la primeramente conocida Taman Shud, con sus guiños de izquierdista mala baba, va ubicando la escena. O desubicando, si nos atenemos a lo hablado, escrito, parido sobre Feelin’ Kinda Free. Y los huesos andrajosos que parecen golpear Taman Shud te pueden zarandear entre los golpetazos más huraños de Tom Waits o los andarines paseos al borde del abismo de Suicide.
The Drones - from www.facebook.com/TheDrones |
Que nosotros seguiremos quedándonos con la explosión industrial que cierra disco y Shut down SETI, con la recuperación de su antiguo batería Christian Strybosch, con el engatusante contrapunto vocal de Fiona Kitschin, con las letras, los escupitajos líricos de Gareth Liddiard, siempre pasos mucho más allá que casi cualquiera de su generación…
O con la sensación de que, por mucho que atesoremos sus discos, sus canciones, sus ideas, su imaginería, nunca podremos controlarles, nunca serán nuestros del todo.
Nos necesitarán, pero son demasiado libres.
Suena la corriente: "To think that I once loved you" - The Drones
Se agradece que no se repitan, y el disco está muy bien. Para mi gusto las dos últimas canciones bajan bastante el listón. pero es que el listón estaba más que alto después de sus discos anteriores, y sobre todo "Havilah" Y "I See Seaweed" que eran de matrícula de honor.
ResponderEliminarPara mí siempre serán un valor refugio. Y disfruto...
Eliminar